Gracias a los dinosaurios que vivieron en la comarca oriental de Asturias hace 160 millones de años, 57 investigadores de 22 países volverán a sus casas diciendo que la región es «un sitio increíble para visitar». Al menos así lo asegura Tony Ekdabe, paleontólogo de Utah, en Estados Unidos, quien pasó cinco días recorriendo los yacimientos de la costa asturiana, invitado por el XI Congreso Internacional sobre Icnofábricas en el Museo del Jurásico de Asturias (Muja).

La palabra «icnofábricas», que no es conocida ni siquiera entre los paleontólogos, la inventaron Ekdabe y un colega hace 28 años y desde entonces la utilizan para describir «cómo los animales influyeron en los sedimentos antes de que se convirtieran en rocas». En 1991 comenzaron estos encuentros bianuales y en el último, celebrado en China, decidieron que el Museo del Jurásico de Asturias, en Colunga, era la sede perfecta para el siguiente.

Es la primera vez que los expertos en «icnofábricas» se encuentran en España y el éxito ha sido rotundo. Quizá porque, aunque en el título figure el término congreso, lo suyo fue «una reunión de trabajo», que no es lo mismo. «En un congreso se presentan los resultados de las investigaciones y aquí se discute, se comparten ideas, se pregunta y se bebe sidra», precisa Ekdabe, entre risas. Cámara en mano y con un gran interés, los invitados asistieron, desde el viernes, a varias conferencias y exposiciones y realizaron trabajo de campo en yacimientos de Villaviciosa, Ribadesella, Colunga y Candás. Para el paleontólogo norteamericano, los fósiles asturianos son «increíbles» y su anfitrión, el equipo científico del Muja, «un inusual grupo que no sólo mira los fósiles, además estudia su contexto, cómo era el hábitat de los animales».

El mismo entusiasmo muestra Al Curran, un paleontólogo de Massachusetts al que le gustó «increíblemente» que la planta del Muja tuviera forma de huella de dinosaurio y que comparte con el catalán Jordi María de Gibert la idea de que los yacimientos asturianos son «un recurso muy valioso». Tanto en España como en el mundo «es uno de los principales lugares para conocer a los dinosaurios del Jurásico», explica de Gibert antes de alabar la colección del Muja y su labor de divulgación entre los congresos de paleontología y el visitante de a pie.

«La gente debe imaginarse que por aquí pasó un dinosaurio enorme hace 160 millones de años», describe, rodeando con la mirada las huellas de La Griega, donde ya se ven decenas de turistas estos días.

José Carlos García Ramos, director científico del Muja, confirma lo «encantados» que se marchan los paleontólogos y acerca la palabra que les reunió en el arenal colungués: «icnofábrica». «En la parte próxima al agua había afluencias fluviales, más hacia tierra, una laguna costera y, más atrás, una especie de albufera, un mar interior que hacía que en el Jurásico no hubiera oleaje ni mareas». En ese ambiente se fabricaron los sedimentos donde los dinosaurios dejaron huella.