Inguanzo (Cabrales),

María TORAÑO

Ayer, en la aldea cabraliega de Inguanzo, no había sitio para que aparcase ni un coche más y la iglesia parroquial de Santa Cruz estaba abarrotada. Una multitud de vecinos de la localidad y de todo el concejo de Cabrales quiso acompañar a la familia de María Teresa Inguanzo en su último adiós.

El silencio llenó los alrededores de la iglesia pasada la una de la tarde, cuando llegó el coche fúnebre con los restos mortales de la mujer de 75 años asesinada por un vecino en la noche del jueves.

El concejo tardará tiempo en recuperarse de la tragedia y es que este tipo de sucesos no son comunes en la zona. En 2010 se sucedieron dos asesinatos en la comarca oriental -uno en Cangas de Onís y otro, en Arriondas- pero hacía varios años que no moría nadie en estas circunstancias. Por ese motivo, los rostros de los vecinos y los familiares de María Teresa Inguanzo expresaban tristeza e incredulidad a partes iguales. El momento más emotivo se vivió cuando los hijos de la difunta, Juan Antonio y José Manuel Ojeda Inguanzo, se bajaron de los dos coches que seguían al que llevaba el féretro. Un gran número de personas fue a saludarlos para darles el pésame y, entre abrazos y sollozos, se fueron acercando a la iglesia, donde los recibió el párraco para dar comienzo al funeral. Antes de entrar, el sacerdote calificó de «terribles» los momentos que la familia está atravesando.

María Teresa Inguanzo era viuda y a despedirla acudieron también su nuera, María del Carmen Fernández Guerra, sus hermanas Balbina y Trini Inguanzo, sus cuñados Fernando Prieto y Benigno Prieto, así como María Luz Ojeda y Bernardo Díez. También estuvieron sus nietos David y Mario Ojeda Fernández y Juan Ojeda.

No faltó tampoco la mayoría de sus vecinos -en Inguanzo apenas vive un centenar de personas- ni los de otros pueblos de los alrededores. Tras el oficio religioso, el cuerpo fue trasladado al cementerio parroquial del pueblo.

La agresión ocurrida el jueves fue perpretada por un hombre de 50 años que asestó varios golpes en la cabeza de la mujer con una azada. Pese a la gravedad de las heridas, la agredida no murió en el acto, sino horas después, en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). El presunto homicida se entregó a la Guardia Civil en el acuartelamiento de Carreña de Cabrales, donde informó de lo sucedido; el viernes prestó declaración en los juzgados de Llanes y fue trasladado a la cárcel de Villabona, donde permanecerá en prisión sin fianza hasta que se celebre el juicio.

Según su abogada, el presunto homicida actuó de forma «involuntaria» y «no tenía intención ni iba a matarla». El suceso se desencadenó, según la letrada, por un «arrebato momentáneo motivado por diferentes causas».

Los vecinos de Inguanzo coincidieron al señalar que ambas familias eran muy queridas y que María Teresa era una persona «ejemplar».

El presunto asesino, que actualmente se encontraba en paro, estaba realizando unos trabajos de jardinería en una finca anexa a la casa de la fallecida, quien le habría recriminado que invadiese su propiedad. Algunos vecinos los escucharon discutir en los días previos al crimen. Por ese motivo, en el primer comunicado de la Guardia Civil se explicaba que el móvil habría sido una disputa de lindes.