La pintora Margarita Alonso Saiz (nacida en Torrelavega y criada en Oviedo), finalista varias veces del prestigioso concurso nacional «Blanco y Negro», trajo a Llanes su exposición de óleos «Agua en el agua», que toma la inspiración de los ríos, de las corrientes continuas de agua, al modo de metáfora de la existencia y del paso irremediable del tiempo. «Agua en el agua» es un poema cromático hecho de intimidades serenas e irreductibles (y, por añadidura, profundas), conjugado en primera persona del singular, y nace de un meditado ejercicio de autoafirmación desde el expresionismo pictórico. Es el reflejo de un mundo de sensaciones muy particular, aunque los ríos concebidos por Margarita están ahí para ser compartidos: en su superficie podemos sentirnos reflejados todos; en su caudal nos vemos arrastrados, o dejándonos llevar, a fin de cuentas, todos y cada uno de nosotros.

La pintura expresionista encaja como anillo al dedo en la zozobra de la crisis global, que lo empapa todo. Kirchner, Nolde o Pechstein serían inconcebibles en la Arcadia feliz. El expresionismo cuaja solamente cuando bajan turbias las aguas de la historia. Es una objetivación de sentimientos que nace sin cuento de un conflicto, de una rebeldía, de una turbulencia, interior o exterior, que lleva a la exasperación de la expresión. Por regla general, quien se entrega a la contemplación de un cuadro expresionista está llamado a encabronarse y a inquietarse (y lo mismo ha de sucederle a quien lo pinta). Pero el expresionismo que hay en el «Agua en el agua» de Alonso Saiz es, por decirlo así, cálido; nos suaviza el alma y es fácil de interpretar y de digerir. La paleta de colores de Margarita, deliberadamente reducida en esta ocasión a los matices azules, verdosos, grises y negros (oscuros o semioscuros, en todo caso), no mueve a optimismos de primera vista, pero deja entrever el rastro sincero y humanista de una artista muy cercana y sensible.

Margarita Alonso le explicó su obra a José Antonio Anca en una entrevista emitida por la cadena SER, y el locutor lo cazó al vuelo. La entrevistada descodificó el sentido de su pintura basada en los ríos, y Anca, en correspondencia, le descubrió tres ejemplos de la poesía llanisca de inspiración fluvial: de Ángel de la Moría le habló del inmenso poema al río Carrocedo, «siempre rebizcador y gayasperu, / lixeru y blincador más qu'un cabritu, / que sin mieu al escayu, ni al espita, /abaxas dende'l monte hasta'l Riberu»; de Celso Amieva le sugirió el dedicado al «Río Calabres», «que por la ería se marcha de romería, / de avellanos apañan fruto sus manos / y en Quintana besa los pies de una xana», y de Dolores Sánchez, «la Galana», poetisa fecunda y actual, mencionó «La Juente'l Piñuelu», que, «abandonada y na espesura, / era aquella juentina que más manaba, / onde los mis güelinos / coyían jerradas». Tres joyas de nuestra literatura local, que Margarita en modo alguno va a echar en saco roto. ¿Acaso no quiere decir ella en sus óleos, por muy expresionistas que sean, cosas parecidas a las que dejaron escritas los poetas?

Entrevistador y entrevistada construyeron en el aire un diálogo delicioso y espontáneo, a base nada menos que de agua en el agua y de poesía en la poesía, que seguramente son adecuados mimbres para establecer una buena comunicación. Anca y Margarita eran en ese momento dos voces sincerándose, dándose la mano y dándonos a los radioyentes mucho que aprender sobre la interrelación entre las expresiones artísticas.