Sotres (Cabrales),

Emilio G. CEA

Para la mayoría de los habitantes de Sotres, la aparición de la nieve ha supuesto un inconveniente dentro de un invierno bastante benigno hasta la fecha, pero no un drama. En su caso, prepararse para los temporales no es ninguna novedad, sino más bien una rutina que llevan a cabo todos los años. El descenso de los termómetros no a asusta a los vecinos del pueblo cabraliego.

Según Ana María Moradiellos del bar tienda «La Gallega» de Sotres, los duros temporales de antaño han dejado paso a nevadas más llevaderas tras los avances en la localidad y en las infraestructuras. Vecinos y autoridades están más preparados que en pasadas décadas. Moradiellos espera junto a dos vecinos de Tresviso la llegada del pescadero sentada en su bar tienda. «Para estos temporales nos aprovisionamos bien de leña, carbón, gasoil, bombonas de butano, velas, pilas y comida», asegura.

Según Ana María, las nevadas de ahora no tienen nada que ver con las de antes: «Entonces ni siquiera entraba la quitanieves a despejar la carretera y eran los hombres del pueblo quienes con palas de bellota retiraban la nieve de la carretera hasta Tielve. La luz funciona bien y es muy raro que se vaya, al igual que el teléfono fijo, que nunca nos falla».

En caso de que el temporal se complique en las próximas horas, los efectivos del Grupo de Rescate e Intervención en Alta Montaña de la Guardia Civil (GREIM) serán los encargados de que a los 63 vecinos de la aldea cabraliega no les falte de nada. «Están muy pendientes de nosotros y de la gente de Tresviso. Nos suelen llamar todos los días para ver si nos falta cualquier cosa y es de agradecer lo bien que se porta todo el mundo», dice Moradiellos, que tiene en la memoria dos nevadas históricas, en 1982 y 2005. «En 2005 nevó desde el 26 de enero hasta el 6 de marzo. Nevaba durante 3 días, helaba y volvía a nevar acumulándose un espesor de 2,30 metros de nieve, granizo y hielo», recuerda la vecina. El temporal fue tan intenso que fue necesario la llegada de efectivos del ejército para retirar la nieve.

La nevada de 1982 está también muy presente en la memoria de Ana María, pues vivió una situación límite cuando en medio del temporal a su padre le dio una angina de pecho. «No había teléfono y un médico me decía por radio como mantener estable a mi padre durante 4 larguísimos días y sus correspondientes noches», relata, para añadir que «aquello fue angustioso, no paraba de nevar. En un momento de calma hicimos una especie de helipuerto con bidones de gasolina y el helicópero evacuó a mi padre y a otros dos enfermos», dice.

Al calor de la estufa de leña Tomás Fernández López, guarda del refugio del Urriellu desde hace 23 años, lee el último libro de Jean Marie Auel, «La tierra de las cuevas pintadas», inspirado en la cueva cabraliega de la Covaciella. «Hace tres años que el refugio permanece cerrado durante la parte más dura del invierno para prevenir posibles aludes y por seguridad nuestra y de los montañeros», añade. Tomás se prepara para el temporal haciendo acopio de leña y carbón para que la estufa no deje de tirar. En lo referente a la comida, asegura, «tenemos arcones y neveras para aprovisionarnos de alimentos como carne de pollo, filetes, pescado, verduras, pasta, arroz e ingredientes para hacer cocidos y sopa, que es lo que más apetece». El veterano de la montaña opina que «a ningún vecino de Sotres le pillan por sorpresa estas cosas gracias a la información que tenemos por la prensa y la televisión». Tomás, además, no teme quedarse incomunicado: «La quitanieves hace muy bien su trabajo y el 112 está muy pendiente de nosotros; además, los médicos hace tiempo que recetan doble ración de medicinas para aquellas personas que las necesiten por si no pueden bajar a por ellas durante la nevada».

Al matrimonio formado por Rogelio López y María Eugenia López el temporal les pilló elaborando queso de cabrales. Las 25 vacas y 90 ovejas que poseen están a buen recaudo, resguardadas de la nieve en una cuadra. Para estos productores de queso la nieve supone un quebradero de cabeza al tener la cuadra a casi un kilómetro de su casa. «Como nieve mucho tenemos que traer a mano los 250 litros de leche diarios que necesitamos, porque en coche no podemos», comentan. Sin embargo, el alimento para el ganado no es problema, pues estas situaciones se previenen con tiempo. «Tenemos preparados siete mil kilos de pienso y un camión de hierba que nos dará para todo el invierno», afirma satisfecho Rogelio. El matrimonio, además, ha matado un par de gochos para tener suministro de carne. «No matamos solo por el temporal, sino porque es la mejor época del año por la temperatura», matiza María Eugenia.

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