Arriondas,

Patricia MARTÍNEZ

No se han dejado intimidar por los malos datos económicos ni por los peores augurios -que pintan este año como el peor de la crisis- y han decidido montar su propio negocio en la villa de Arriondas. Cada uno tiene una historia bien diferente, pero todos han visto en el autoempleo la mejor solución a la necesidad de trabajar en una situación laboral muy complicada y sin visos de mejorar a corto plazo. Son los emprendedores más decididos de la comarca.

Raquel Sánchez y Francisco Garrido son madrileños, pero llevan seis años viviendo en la localidad parraguesa de Cuadroveña, donde se les ocurrió hacer de su mayor afición una empresa, la Escuela Canina de Arriondas. Los Krotillos, en la que adiestran perros desde la obediencia más básica a la práctica de deportes.

«Llevamos doce años en el mundo del adiestramiento deportivo con nuestros perros y en marzo del año pasado presentamos el proyecto al Ayuntamiento», explica esta pareja, que detectó que «en la zona del Oriente no había absolutamente nada» y sin embargo eran muchas las personas que se interesaban por este tipo de formación válida para todas las edades, las razas caninas y las condiciones físicas. Lo suyo fue localizar un nicho de mercado y proponerse «ser el centro de referencia del deporte con el perro y de la cultura canina» de la zona, para lo que han comenzado con los cursos más básicos de «obediencia básica imprescindible».

En los próximos meses continuarán con diversas disciplinas del adiestramiento deportivo («obediencia internacional», «agility», «flyball», rastro y defensa, entre otros) y con la convocatoria de competiciones, seminarios, charlas y otros eventos. Esta pareja de entusiastas, padres de dos niños de cuatro y dos años, va más allá de su propio beneficio y cree que popularizar el deporte con el perro y atraer tanto a locales como a turistas conllevará un bien para toda la zona. «Son plazas de hotel que se ocupan, gente que viene y come en Arriondas, un atractivo para la zona», enumera Garrido mientras su compañera recuerda que el centro tendrá actividad durante todo el año y contribuirá a desestacionalizar el turismo, uno de los mayores objetivos del sector y también más difíciles de conseguir.

Los Krotillos abrió el pasado 14 de febrero y ya cuenta con diez alumnos -y sus perros- haciendo el curso de obediencia básica. La próxima semana pasarán tres más y saben de «cinco o seis interesados, lo que demuestra que había una carencia en este sentido», añade Garrido antes de apuntar que vienen de «Ribadesella, Parres, Cangas de Onís, Piloña» y otros municipios. Imparten las clases en una finca próxima al Hospital Grande Covián, junto a la segunda rotonda de salida hacia Infiesto, y esperan tener todas instalaciones -la oficina y las pistas federadas para cada disciplina- terminadas para mayo. Cuando se les pregunta por el pesimismo económico que reina en el entorno, no se lo piensan dos veces: «siempre te gusta más que haya un optimismo generalizado, pero esta es una actividad creativa, innovadora y encima es algo que puede ser muy divertido. No había ningún sitio donde practicarlo y era la oportunidad perfecta».

Abel Huergo también vio una «oportunidad» en el traspaso de la sidrería Casa Escandón, en Arriondas, cuyo dueño se quería jubilar. A sus 40 años, Huergo se convirtió el 31 de marzo de 2011 en el último operario en abandonar la fábrica de Chupa Chups, en Infiesto, después de quince años trabajando en el mantenimiento y los servicios técnicos de la planta piloñesa. Antes habían salido más de cien trabajadores fijos y un número incierto de eventuales, obligados a rehacer su vida laboral. Huergo dedicó el verano a «echar curriculum en fábricas» y enseguida vio el panorama: «en lugar de contratar a gente, la echaban». A los dos o tres meses de no encontrar nada eligió la hostelería «porque ya lo conocía, no es lo mismo meterte en algo en lo que vayas a ciegas» y cogió el traspaso del bar junto a su mujer.

Abrió el 1 de diciembre pasado y asegura que les va «bien. Como están los tiempos, sacando para gastos y para ir tirando, por lo menos estás asegurado y tienes trabajo». De sus antiguos compañeros de Chupa Chups conoce a un chico que estaba con él en mantenimiento y servicios técnicos y que «se puso también por su cuenta de electricista» en Cangas de Onís. Cuando cerró, la compañía prometió agencias de colocación para los despedidos que, a juicio de Huergo, no funcionaron, porque «de los pocos que encontraron algo, fue por su cuenta».

Manuel Antonio Pérez Rojo ya tenía su negocio de cebadero de terneros en la localidad parraguesa de Prunales y ayer inauguró la carnicería La Parraguesa, en Arriondas, para «vender algo de lo que crío», explica. En otras plazas vende más de 300 animales al año, pero consideró que con la venta directa podía «llevar el margen de los intermediarios» y así compensar pérdidas como el encarecimiento de los piensos, que «nos matan del todo», y otras dificultades que rodean al mercado de la carne.

Pérez Rojo ha creado dos puestos de trabajo -de carnicero y ayudante- y él sigue empleado en el cebadero de Prunales. Tiene claro que lo que toca es «trabajar más que antes para ganar menos», aunque puntualiza que habla por sí mismo y reitera su confianza en el sector agroalimentario: «mal que bien, tenemos que comer todos». Este emprendedor parragués recuerda que «el problema de poner un negocio nuevo son los bancos, que no dan créditos». Otra dificultad añadida es la carestía del alquiler de locales, aunque éste es un obstáculo con el que él no ha tenido que lidiar, ya que compró el espacio donde ha montado la carnicería.

Por su parte, la presidenta de la asociación Profesionales del Comercio de Arriondas, Nieves Martínez, describe que los negocios «están especializándose en ciertas cosas». La representante engrosa la lista de negocios de nueva apertura en la villa y añade «otra chica que abrió una tienda de ropa actual pero con tallas grandes, otra tienda de ropa; un centro veterinario y una cristalería que antes no había y una academia de un chico que daba clases en su casa».

«En el Oriente no había ningún centro de adiestramiento y deporte canino. Convertimos en empresa lo que hasta ahora era un hobby»

<Raquel Sánchez y Francisco Garrido, >

<fundadores del centro Los Krotillos>

«Mi idea es vender en la carnicería de Arriondas parte de los terneros que crío en Prunales y llevar el margen del intermediario»

<Manuel Antonio Pérez, propietario de la carnicería La Parraguesa>

«Antes de en Chupa-Chups trabajé en hostelería. Cuando cerraron la fábrica y después de buscar sin encontrar nada, cogí el traspaso de la sidrería con mi mujer»

<Abel Huergo, regenta la sidrería Casa Escandón>