La convocatoria de elecciones regionales, diez meses después de las anteriores, no es precisamente un éxito de la praxis política de los gobernantes actuales del Principado. No caben disculpas ni echar la culpa a los demás, pues la primera obligación de cualquier gobernante, sobremanera si está en minoría, es buscar consensos y fórmulas que faciliten la gobernanza. Y no sé por qué hay que descartar hacer concesiones, pues ya se sabe que la política -aparte de otras acepciones sórdidas y repulsivas, bien ejemplificadas en los riopedres de turno- es el arte de lo posible. Lo imposible es gobernar en minoría y contra todos, pues ni suman los votos ni salen las cuentas. El resultado, a la vista está: Gobierno bajo mínimos, bloqueo político, ensanchamiento de la crisis económica, desaliento ciudadano y más elecciones, más campaña, taza y media de demagogia y hastío universal.

No deja de ser una desgracia (añadida a la penuria económica del momento) que el deterioro del cay del muelle de Ribadesella haya tenido lugar en vísperas electorales, pues el asunto pasa inevitablemente al centro de la campaña electoral y se aleja de las soluciones urgentes, como sería lógico y razonable. Es triste, por no decir enojoso, que la primera reacción de los gobernantes de turno no sea la de acudir a arreglar el problema antes de que se complique aún más, sino la de dilatar las soluciones con el fin de utilizar el asunto como baza electoral o como ariete político contra los de la trinchera de enfrente: «Si no me aprueban un crédito extraordinario de tropecientos mil millones, no hay fondos para arreglar este agujerito». Y los de la trinchera de enfrente, casi como en la guerra de Gila, contestan algo así: «Pues no te lo aprobamos, porque ahora estamos merendando». El pobre cay, «orgullo y prez» (como en la zarzuela «El Caserío») del siglo XVIII riosellano, asiste impávido -y algo desmejorado- al sainete político del siglo XIX. Los ciudadanos, más apáticos que atónitos, no han levantado la voz tampoco esta vez. Como en el asunto del puente, pasando. Y los políticos afilan los cuchillos para darse un repasito en la inminente campaña electoral. El PP local ya se ha adelantado a decir que el gobierno, aunque exista la prórroga presupuestaria, sí que tiene otras formas de financiar el arreglo del derrumbe, calificándolo como obra de urgencia. ¿Y por qué no lo hace? ¿Y por qué los demás partidos no presionan? ¿Y por qué la ciudadanía pasa de todo? Si al hartazgo electoral se suma la apatía ciudadana, chungo.

Los políticos tampoco se han esforzado para encontrar otro tema que les sirva de munición para estas inesperadas elecciones. Ha caído del cielo: se trata del uso de los áridos que se extraigan en el dragado de la ría, pues, si no lo he entendido mal, se va a efectuar en fechas próximas. La necesidad del dragado de la isleta (o más bien islota, pues es tremenda) no es de hoy ni de ayer, pues lleva décadas -un siglo, sin exagerar- con necesidad imperiosa de un dragado en condiciones. Es curioso que ninguno de los partidos que hoy tienen representación municipal llevara en sus programas electorales de mayo de 2011 ni la más mínima referencia a la necesidad de este dragado, aunque ahora se enfrentan -un poco teatralmente, la verdad- por el depósito de los materiales. El PSOE dice que hay que rellenar la zona de la ría próxima al Tocote, pero IU -que curiosamente no utiliza argumentos de ecología- dice que no apoya la propuesta porque Costas no va a dar permiso, pues tampoco permitió allí «su» pasarela peatonal. El PP se apunta a la tesis socialista de rellenar la dársena y la alcaldesa, de Foro Asturias, dice que eso es una temeridad porque las aguas podrían afectar al casco de la villa en caso de inundaciones, cada vez más frecuentes en al actualidad.

La última que nos ha llegado es la inundación preelectoral, electoral, postelectoral y paraelectoral. El hartazgo. Que draguen la ría, por favor, y que se lleven los áridos con viento fresco allí donde no retornen a la barra de Ribadesella, como retornan las oscuras golondrinas y las atorrantes campañas electorales. Que construyan aparcamientos donde todos ellos proponían que los había que hacer (en la entrada de la villa por la zona de Albo) y que no se carguen la ría más de lo que está. Que draguen también el barrizal del Tocote y que saneen esa maravillosa ensenada, no nos la vayan a convertir en una masa infame de cemento. Y que no nos aturullen con ocurrencias de fotominuto, demagogias de ocasión y cuentos chinos. O sea, de calidad dudosa.

Nota: Tras la redacción de esta columna ha habido algún gesto que denota la voluntad de reparar el desprendimiento del muelle, como el observado precisamente el primer día de la campaña electoral, aunque ello no invalida lo que se afirma en este escrito. Confiemos que la iniciativa vaya en serio y no se quede en un oportuno -y oportunista- mensaje electoral.