Las asociaciones riosellanas «Iglesia de Moru» y «Amigos de Ribadesella» anunciaron ayer que presentarán una candidatura conjunta al premio «Pueblo ejemplar», que cada año concede la Fundación Príncipe de Asturias. Y ningún lugar más apropiado para hacerlo saber que en el interior de la iglesia de San Salvador de Moru, en la localidad de Nocéu, que recibió ayer la visita de más de cincuenta personas y por la que los vecinos llevan años luchando.

Fueron muchos los que se apuntaron a la visita guiada, a la que unos acudieron en coche y otros en el autobús que puso el Ayuntamiento riosellano. Estuvieron los presidentes y miembros de ambos colectivos; la alcaldesa riosellana, Charo Fernández Román; la concejala de Cultura, Verónica Blanco, y el consejero de Cultura y Deporte del Principado de Asturias, Emilio Marcos Vallaure.

El templo románico tiene nueve siglos de historia y una desafortunada etapa de abandono en el pasado, cuando el edificio y todos los documentos que contenía fueron pasto de las llamas durante la Guerra Civil y tras lo que quedó a la intemperie. Pero un grupo de vecinos decidió, en 2008, ponerse manos a la obra para recuperarla, canalizando el tesón y las diversas ayudas a través de la asociación que hoy aspira al premio.

Los veinticinco mil euros que entrega la Fundación a la entidad que resulta elegida serían una bendición para frenar el deterioro de la iglesia de San Salvador de Moru. Tanto para reforzar su estructura -muros, techumbre, puertas- como para restaurar los 261 metros cuadrados de pinturas murales que esconde en su interior.

Más de uno se quedó ayer anonadado con las explicaciones de la restauradora Natalia Díaz-Ordóñez, que presentó la obra de un autor desconocido y que podría haber firmado con una letra «A» sobre la espada de San Pablo.

Esta inédita escena se encuentra en el muro sur, restaurado en 2009 junto a la del «Huerto de los Olivos» y a uno de los ángeles. El año pasado no tuvieron ayudas públicas y consiguieron, a base de mucho esfuerzo, reunir el dinero necesario para realizar una segunda fase de restauración tras la que se descubrió una magnífica «Última Cena» de influencia italiana.

Díaz-Ordóñez explicó que las pinturas de Moru tienen «mucha movilidad, el autor nos va haciendo leer la escena». Y denotan, por su estilo, que «vio mucha pintura, que no se trataba de un taller popular». Preside la iglesia, desde la bóveda, un Pantocrátor que sostiene el orbe -esfera terrestre- con la corona papal. En este cielo figurado de Moru también están representados «el Sol y la Luna, el principio y el fin, la noche y el día», señaló la restauradora. En la pared situada tras el altar, el misterioso autor decidió pintar una «alegoría de la buena muerte, con un grupo de personas cantando salmos, un cadáver, y un grupo de ángeles que llevan su alma al cielo» bajo la atenta y lujuriosa mirada del demonio.

Fechada en el siglo XIII, el historiador local Juan José Pérez Valle explicó que «durante unas excavaciones de 1954 se consiguieron extraer unos capiteles que podrían ser del siglo XII». Pérez Valle desgranó ante los asistentes, realmente atentos y concentrados, las fases más importantes desde la construcción de la parte más antigua, la nave románica y principal, hasta que en el siglo XIX se construyó la espadaña en la que todavía hoy repican las campanas.

Y lo hacen gracias a José Antonio Martínez, nacido en Sotu hace 82 años y emigrado a Uruguay de los 32 a los 72. Desde su vuelta le apodaron «Campaneru», por la destreza con la que «hace ruido» muchos sábados en San Salvador de Moru, como a él le gusta decir. Martínez ya lo hacía cuando era un chiquillo y recordó cómo el de las campanas, el chirriado de los carros del país y el canto del «cuquiellu» fueron los ruidos de su infancia, antes de que la modernidad invadiera el silencio con televisores, motores y otros.