Lo mismo la mayoría de los políticos que han lanzado estos días vivas a «La Pepa» ni la han leído. Porque si lo hubieran hecho habrían visto que tiene luces y sombras. Luces, porque es la primera Constitución española que señala que la soberanía reside en la nación, que limita el poder del rey, que establece la libertad de imprenta y que decreta la separación de poderes. Además, el artículo 13 dice: «El objeto del Gobierno es la felicidad de la nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen». A la vista de los tiempos que corrían, todo ello es digno de alabanza. Pero, a la vez, relega a la mujer a la nada, pues ni la reconoce como ciudadana, ni le otorga derechos civiles ni políticos. Asimismo, el artículo 12 reza: «La religión de la nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra». No sé si me explico...