Dos cantones suizos, Gladis y Appenzell Rodas Interiores, conservan aún el «Landsgemeinde», una asamblea anual en la que participan los ciudadanos mayores de edad. Allí se toman todas las decisiones importantes (presupuestos, proyectos de ley...) y se elige a los representantes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Son dos de los escasos restos de democracia directa (también los hay en Canadá y Estados Unidos) que quedan en un mundo en el que la clase política aleja cada vez más, todo lo que puede, los centros de poder del ciudadano para así maniobrar a su antojo. La democracia representativa española, por ejemplo, es un cuento: un partido que prometió no subir impuestos y que evitó hablar de reformas laborales nada más tomar el poder aprobó lo uno y lo otro, echándole la culpa al «boogie». ¿Quién dijo aquello de «España se merece un Gobierno que no mienta»? Pues eso y otra cosa: democracia debe ser algo más que firmar un cheque en blanco cada cuatro años.