Infiesto

-¿Cuántas asociaciones pertenecen a la red de colectivos sociales que se ha formado en torno al centro de voluntariado El Prial?

-Son unas treinta y hay asociaciones de todo tipo, de mujeres, de mayores, hay alguna ONG, juveniles, de inmigrantes. Trabajamos juntos en diferentes encuentros, formaciones, pero es una estructura informal.

-¿Cuál es el colectivo mayoritario?

-Todas las asociaciones que nos juntamos trabajamos por mejorar la calidad de vida y los recursos de las personas. Hay muchas asociaciones de mayores, pero lo que hay es reflejo de la población de la zona, está claro. Por ejemplo, juveniles sólo hay tres en todo el Oriente, que indica algo...

-¿De qué concejos son?

-Aquí hay una asociación juvenil, Cruz Roja Juventud está en Cangas de Onís y tiene un grupo aquí y la asociación juvenil El Patiu, en Posada de Llanes. También hay algún grupo que está dejando de funcionar; sí que nacen algunas, pero no cuajan.

-¿Es porque hay poca juventud o la poca que hay no se moviliza?

-Yo no estoy en que la poca juventud que hay no se movilice, porque sí que hay iniciativas y sí que participan, y mucho. Lo que pasa es que, en la zona más oriental, sobre todo, para estudiar se van a Oviedo, se quedan directamente allí y se nota ese descenso.

-¿Afecta esta emigración a la participación juvenil?

-También se debe a que no tienen los espacios desde pequeños para participar. Me acuerdo de una viñeta de Francesco Tonucci en la que está un niño sentado y le dicen «¡escucha, obedece!» y a los 18 le dicen «¡hala, participa y decide!». Eso es lo que pasa con la participación. Si desde pequeños, como por ejemplo ahora los niños que están viniendo aquí, se les pregunta por lo que se puede mejorar del pueblo, lo que te gusta y lo que no, se les anima a opinar, a decirlo en el Ayuntamiento... Es un enfoque diferente. Si estás todo el día marcando otra línea de educación, tiene que ser ya la gente muy especial para que les ocurra por ellos mismos participar.

-¿Hay una carencia en el fomento de la participación infantil en el Oriente?

-Sí, se debería potenciar mucho más la participación infantil desde los diferentes concejos. Y no enfocado al ocio y tiempo libre, sino a la participación real, a escuchar a los niños, que tienen cosas que decir y muy importantes. Muchas veces se organizan actividades de hacer un cesto con unas flores y a lo mejor lo que quieren es venir, juntarse con los amigos y jugar a lo que sea. Hay actividades de ocio y tiempo libre, pero deberían estar enfocadas hacia la participación.

-¿Qué percepción tienen los propios jóvenes de las posibilidades de ocio y participación de la comarca?

-Cuando vas a un instituto, siempre dicen lo mismo, que no hay nada. Por eso me gustaron los de Piloña, que fueron a dar una charla a Luces y lo primero que dijeron fue que ya estaban hartos de decir que no hay nada, que había que pasar de quejarse a hacer algo. Lo primero que te dicen es que allí no hay nada para ellos.

-¿Son los mayores los que más se asocian en el Oriente?

-Hay muchas asociaciones de mayores, quizá quince de las treinta. Muchas están orientadas hacia actividades más lúdicas, pero hay otras que están tomando un carácter muy diferente, como, por ejemplo, el programa «Rompiendo distancias», de Cangas de Onís, Amieva y Onís. También en «La Dársena» de Llanes. Se ven enfoques diferentes a centrarse sólo en lo lúdico, tienen una temática más social.

-En una comarca como ésta, ¿cuáles son las necesidades asistenciales más importantes?

-Está claro que los servicios sociales no pueden dar respuesta a todas las necesidades que hay, muchas veces están por encima de sus posibilidades, y sí es cierto que las asociaciones cubren huecos a los que no llegan. Para eso estamos, nunca para suplir, pero sí para complementar. El aislamiento de los núcleos rurales es una dificultad del día a día. Hay niños que viven en pueblos y que tardan una hora en llegar a Infiesto, lo que supone una dificultad añadida.

-¿A cuántos usuarios calculan que dan cobertura en la comarca?

-El año pasado 1.087 personas fueron beneficiarias de las actividades del centro de voluntariado y de ellas 135 son voluntarios con los que trabajamos de una u otra forma.

-¿Y qué cambios han notado en la participación?

-Desde las diferentes entidades sí que notan un aumento de la gente que demanda cosas. Desde principios de año hay más demandas de información de cómo crear una asociación o cómo empezar a funcionar con un programa de voluntariado. Hicimos más en estos tres meses que en años anteriores, es llamativo. También hay más gente con tiempo libre que intenta dedicarlo a otras cosas.

-¿Se ha notado la reducción de presupuesto social?

-Está claro que hay recortes sociales por todos los sitios. Se nota en las asociaciones, porque las subvenciones bajaron.

-¿Qué le parece que se mancomunen los servicios sociales?

-Genial, porque en los sitios donde sé que está funcionando, por ejemplo en la Mancomunidad de Cangas de Onís o en la Comarca de la Sidra, funciona bien. Se aprovechan los recursos y se llega mucho mejor a la gente.

-¿Creen que en un sitio como éste las asociaciones sociales tienen una labor más necesaria que en una zona urbana?

-Sí, como ejemplo claro de eso está el programa «Rompiendo distancias», en el que se puede ver cómo gente que estaba aislada en los pueblos, en Ponga, en Onís, empezó a juntarse, darse la posibilidad de salir, de conocer a otros...

-¿Nos hace falta, en general, romper más distancias?

-Sí, yo no estoy de acuerdo con eso que dicen de que en los pueblos hay mucha más comunicación. Ahora muchas veces la gente sube, baja con el coche, entra en su casa... Antes la gente se juntaba más en la plaza del pueblo. Yo ahora sí que veo muy necesarias las asociaciones como espacio de encuentro. Es impresionante ver cómo los niños van al cole y a un montón de actividades, pero cuando llegan aquí y preguntamos qué quieren hacer, todo lo que piden implica relacionarse de igual a igual, en grupo, con otros niños. Las asociaciones son un espacio de encuentro.

Pedagoga y voluntaria

Yolanda Rodríguez nació en diciembre de 1982 en la localidad piloñesa de Borines. Estudió Pedagogía en la Universidad de Oviedo y ya en aquel momento comenzó a participar como voluntaria en actividades de participación, ocio y tiempo libre infantil. Empezó en 2007 como educadora social en el centro de El Prial, en Infiesto, donde coordina las actividades de voluntariado junto a otra joven trabajadora. Reside en Borines, aunque confiesa que no está de acuerdo con la creencia «de que en los pueblos hay mucha más comunicación que en la zona urbana. Muchas veces la gente sube y baja, entra con el coche y ni se ve». Por eso cree que «las asociaciones son muy necesarias como espacio de encuentro». Coordina el centro de voluntariado, que nació al calor de la asociación del mismo nombre, creada en 1975 por iniciativa de padres y madres para dar formación en un núcleo rural en un momento en que no había posibilidades. Más tarde se convirtió en centro de formación profesional de la madera y del mueble, y en escuela infantil de 3 años. A Yolanda Rodríguez le gusta mucho su trabajo y eso se nota a los pocos minutos de entablar conversación.

«En 2011 hubo 1.087 beneficiarios de las actividades del centro de voluntariado, de los que 135 son voluntarios»

«Hay más demanda para crear una asociación y funcionar con un programa de voluntariado»