El arrebato centrífugo surgido con el Estado de las autonomías fue -es- directamente proporcional al desmedido afán centrípeto de la dictadura. Como descentralizar era progre, casi todos nos convertimos en descentralizadores y descentralizamos todo lo descentralizable, valga el trabalenguas. Así fue que el urbanismo llegó a manos de los ayuntamientos, y el medio ambiente a las de las comunidades autónomas. Lo cual implica, además de algunas ventajas, que las autoridades sienten cada día en sus cogotes las presiones del constructor, el ecologista, el ganadero, la promotora, el vecino del quinto... Francia, que nada tiene que ver con Franco, salvo la paronimia, es un Estado centralista, muy centralista. No digo que debamos imitar a la République, pero, a la vista de sucedidos como los del urbanismo de Llanes o el desmembramiento del parque nacional de los Picos de Europa, sí que habría, tal vez, que debatir de una vez el modelo de Estado y de administración que queremos (si es que queremos alguno).