Ribadesella,

Patricia MARTÍNEZ

La única industria que crece hoy en día, el turismo, ya existía en Ribadesella hace cien años. Por esa fecha se fundaron en la villa el Hotel Marina y el Hotel Universo y la marquesa de Argüelles construyó su casa en la playa, que cincuenta años después se convertiría en el Gran Hotel del Sella. Los 100 años del sector en la villa destacan la tradición del municipio como destino turístico ya desde los albores del siglo pasado.

Los Argüelles no fueron propiamente hoteleros, pero su presencia atrajo una incipiente actividad, semilla de lo que vendría después. Era la época de los veraneos y los baños de mar y la construcción de su lujosa casa en 1911 hizo que proliferaran otras a su alrededor. Los marqueses tenían, además, amistades de notable importancia, con otros nobles e incluso entre los miembros de la Casa Real.

Los hoteles Marina y Universo sí fueron construidos «ex profeso» para la actividad, como rezaba la publicidad del primero, que el escritor local Toni Silva cita en el libro «Jesús Delgado, fotógrafo y testigo de su época», editado por «Amigos de Ribadesella». Continuaba el anuncio con otras bondades del establecimiento: «Veinticuatro habitaciones exteriores. Preciosas vistas a la ría. Gran confort. Cuarto de baño. Instalación de luz eléctrica y timbres en todas las habitaciones. Grandes comodidades para los señores viajeros».

A diferencia del Hotel Universo, cuyos días terminaron llegada la Guerra Civil, el Marina continuó abierto en la Gran Vía riosellana. Tras los primeros dueños, lo compró Guillermo González, pero también topó con la dictadura de Francisco Franco, que le prohibió trabajar en el negocio por su simpatía hacia el gobierno republicano.

Pasó entonces, como relata Silva, a pertenecer al parragués Rufino Llorente, que lo destinó a viviendas, y en los años cincuenta fue adquirido por la familia Celorio-Quesada, cuyo nieto, Luis Alberto Celorio, continúa hoy como responsable. El empresario puede presumir de tanta pureza como el edificio, ya que nació en la habitación número 109, en el primer piso del hotel.

A los trece años ya trabajaba en una empresa que ha visto cambiar muchísimo. «En los años sesenta, setenta e incluso ochenta, los veraneos eran de uno o dos meses y el contacto con los clientes más personal, nos conocíamos de toda la vida», relata Celorio. En la era de la comunicación, «a la gente le interesa moverse mucho más, son más independientes e individuales», explica. Y, para muestra, el salón social del Hotel Marina, donde se reunían los huéspedes para charlar y que «ahora prácticamente ni se usa. La gente tiene televisión en las habitaciones y allí se queda hasta el día siguiente».

Hace unas décadas, los propietarios del hotel sabían cuándo venía cada familia, que a su vez se relacionaba con el resto de las alojadas. Esto ha cambiado, pero el Marina aún tiene en su lista de clientes del verano a «una familia de Madrid que viene desde hace más de cuarenta años». También cuentan con «Antonio el portugués», un fiel a la fiesta de Las Piraguas que siempre se aloja en el hotel de la Gran Vía riosellana.

Salvo algún caso raro como éstos, la clientela no es la misma. «Ahora trabajamos mucho con grupos, con autocares de 55 personas», un modelo de negocio que cuarenta años atrás no existía. Entonces estos hoteleros atendían a las familias en verano y a los viajantes (los comerciales de hoy en día) fuera de temporada, con estancias más largas.

También han cambiado los huéspedes del Gran Hotel del Sella desde que los hermanos Segundo, Pablo y José González lo compraron en 1961 a la nieta de los Argüelles. El hotel abrió sus puertas el verano siguiente, con la memoria aún muy fresca de la importancia que le habían dado los marqueses. De sus paredes todavía cuelgan fotografías de la visita de Alfonso XIII, en cuyo honor se organizó el tiro al pichón.

José González, uno de los propietarios, recuerda que cuando la marquesa llegó a Ribadesella «no había luz eléctrica. Construyó una central en San Román, hizo el muro de la playa, promocionó un teatro y una zona de lanchas en El Malecón. Levantó el pueblo y dio vida a una colonia veraniega bastante fuerte».

Su presencia fue clave en la villa, tal y como subraya la alcaldesa riosellana, Charo Fernández Román, de Foro Asturias, que además es experta en turismo y concejala del ramo. «El inicio de la colonización de la playa se lo debemos a la marquesa de Argüelles y a los indianos, que hacían su casa y venían a pasar temporadas. Tenemos una deuda histórica con ambos», añade.

Para la regidora, los hoteles centenarios de la villa son «el más claro testimonio de la tradición turística de Ribadesella y dan fe de que no es un destino reciente, tiene una implantación y un reconocimiento centenarios». Hace cien años, los veraneos no se establecían en regiones sureñas, sino en el Norte de la Península. «El Mediterráneo y Canarias a lo mejor tienen mayor volumen de turismo, pero muchísimo más reciente que el que podemos tener en algunos destinos del norte como Ribadesella, Santander o San Sebastián», recuerda.

Entre aquellos primeros baños de mar y la inauguración del Gran Hotel mediaron cincuenta años, durante los que los Argüelles y sus descendientes disfrutaron de su vivienda riosellana. Desde que en 1962 se transformara en hotel, la familia González no ha parado de hacer mejoras en su establecimiento, que ya en 1966 pasó de tener 17 habitaciones en el edificio centenario a las 72 actuales, tras una ampliación adosada. Además, convirtieron el estanque en el que la marquesa tenía peces en una piscina de agua salada, instalaron un spa y un aparcamiento subterráneo, entre otros. El emblemático hotel tiene previsto celebrar su cincuentenario a finales de junio o principios de julio, un evento cuyos detalles están aún por concretar.

Tanto el Gran Hotel como el Marina conservan los edificios centenarios tal y como los conocieron los primeros huéspedes, de forma que los actuales, y todo el que visita la villa, puede imaginar cómo fueron aquellos primeros años de un sector sin el que el municipio no se entiende.