Al cosmopolita Bayern de Múnich los nazis lo tildaban de «club de los judíos». Hasta 1943 su junta directiva, que mantenía la liberalidad y el respeto a los no arios, no fue por completo títere de los camisas pardas. Cuando Hitler llegó a la Cancillería en enero de 1933, el equipo de fútbol bávaro acababa de ganar su primer Campeonato de Alemania. La celebración de este triunfo está recogida en fotos de 1932 en las que se ve a los jugadores en olor de multitud, con el presidente del club, Kurt Landauer (Planegg, 1884-Múnich, 1961), abriendo la comitiva en un carruaje desde la estación del ferrocarril, junto al entrenador, el austriaco Richard Dombi (que había entrenado antes al Barça), y detrás de ambos el portero titular, Alfred Bernstein, y el entrenador de los equipos inferiores, Albert Otto Beer. Los cuatro, judíos.

Comerciantes y estudiantes del barrio bohemio de Schwabing habían fundado el Bayern en 1900 (dos de sus fundadores, Josef Pollack y Benno Elkan pertenecían a la burguesía judía), pero el hombre destinado a catapultar el equipo a lo más alto sería Kurt Landauer, un ex futbolista que trabajaba en la editorial Knorr & Hirth. Landauer dirigió el club durante dieciocho años, entre 1913 y 1931, con alguna obligada interrupción.

Sin apenas tiempo para saborear el éxito deportivo, en 1933 empezaría para él un largo ciclo de penalidades. Destituido en el Bayern, perdió también su empleo en el periódico «Münchner Neuesten Nachrichten», donde era jefe de publicidad, y tuvo que ponerse a trabajar en una lavandería. En la «Noche de los cristales rotos» (el pogromo de noviembre de 1938), fue encarcelado en Dachau, de donde salió relativamente pronto, en consideración a que había combatido por la patria en la I Guerra Mundial. Luego huyó a Suiza. Seguiría siendo en el exilio un hombre querido por sus jugadores, como se vio en 1940, con motivo de un encuentro amistoso jugado por el equipo en Ginebra. Cuando el árbitro dio el pitido final, la plantilla del Bayern, sin preocuparse de la sombra cercana de varios agentes de la Gestapo, se acercó a saludar a su presidente, al enterarse de que estaba allí. Landauer regresó a Alemania en 1947 y recuperó la presidencia del club de Baviera. Cuatro hermanos suyos perecieron en el Holocausto. Él está enterrado en el cementerio judío de Múnich.

Como si los avergonzara, los mandamases el Bayern han silenciado durante sesenta años todo este capítulo de su historia. Cuando murió Landauer, no hicieron en la necrológica mención de su condición de hebreo. Hoy, sin embargo, las cosas están cambiando y se les ve dar pasos en la recuperación de la memoria: mientras el grupo ultrasur «Schickeria» reivindica desde la grada la figura del ex presidente, Uli Hoeness, primer mandatario del Bayern, se ha comprometido a dedicarle un lugar en el museo del club. El 28 de julio de 2009 (125.º aniversario del nacimiento de K. L.) el equipo Maccabi München y la Iglesia protestante organizaron en el antiguo campo de concentración de Dachau un acto conmemorativo, al que asistieron directivos y ex jugadores como Karl-Heinz Rummenige; en abril de 2010 se inauguró el estadio Kurt Landauer con discursos de Hoeness y de Charlotte Knobloch, presidenta del Consejo Central de los Judíos; y en mayo de 2011 fue presentado en la sede de la comunidad hebrea de Múnich el libro «El Bayern y sus judíos: ascenso y destrucción de una cultura liberal del fútbol», de Dietrich Schulze-Marmeling, también con Rummenige y Knobloch presentes. Además, ya llevan el nombre de Kurt Landauer una calle y una Copa contra el racismo.