Argandenes (Piloña),

Lucas BLANCO

Las puertas abiertas en Argandenes para viajar hasta el tiempo de los visigodos en Asturias siguen abiertas. Dos años después del hallazgo de un panteón de la época tardorromana -de nueve metros cuadrados- en la aldea piloñesa, los arqueólogos y los antropólogos siguen sin poder cerrar las investigaciones de unos restos cuya unicidad hace difícil de catalogar su origen exacto.

Este hecho no hace más que confirmar el interés de la excavación que tuvo lugar en el pueblo de Argandenes entre diciembre de 2010 y febrero de 2011, en la que se calcula que se extrajeron restos óseos de unas catorce o quince personas que vivieron entre los últimos coletazos de la ocupación romana y el asentamiento de los visigodos en la cuenca del Piloña.

Es este interés el que llevó en aquellos meses a cuatro jóvenes de la zona apasionados con la historia a crear un colectivo que se encargara de difundir la riqueza histórica del pequeño pueblo piloñés. «Creamos "Arganticaeni" porque pensamos que lo aquí encontrado era muy grande», señala el presidente de la asociación, Felipe Fuego. Admite que su actividad se ha visto frenada por la falta de continuidad en las excavaciones. «Nos gustaría que se retomasen porque nos inquieta conocer que hay bajo nuestros pies», comenta Fuego.

Los expertos sostienen que nuevas excavaciones estarían más que justificadas, ya no por la existencia del panteón sino porque otros vestigios como los del conocido como castro de Argandenes o las hipótesis de que el pueblo habría servido más tarde campamento a las tropas de Napoleón hablan por sí solo del potencial histórico de una tierra propicia para vivir por su situación estratégica junto a importantes corrientes fluviales.

Quién sí considera que la excavación, que fue perfectamente sellada al finalizar los trabajos, será retomada tarde o temprano es el arqueólogo que los dirigió, Rogelio Estrada. «Todo apunta a que podría haber una necrópolis en los alrededores, pero habría que confirmarlo», comenta Estrada, que confiesa no haber podido aún terminar la memoria de la excavación al tratarse de un hallazgo único y complejo. «No encontramos restos similares con los que poder compararlos en ningún otro lugar de la península», señala el arqueólogo, que no obstante espera que tanto la memoria como los estudios de los arqueólogos de la Universidad Autónoma de Madrid puedan estar terminados y entregados a la Consejería de Cultura en un mes.

Entre los restos que más dificultad están entrañando para su análisis está una especie de cinturón hallado en uno de los cuerpos. Sin embargo, otros aspectos como las marcas encontradas en las tejas del panteón, restos de prendas o complementos como pendientes es lo que hace pensar que podría tratarse de un edículo funerario de la época visigoda, sin descartar que haya podido ser usado por distintas civilizaciones. «Lo que parece claro es que había sido saqueado ya por aquella época», declara el propio Rogelio Estrada, que espera poder impartir una charla en la zona una vez haya culminado la recopilación de los trabajos.

De todos modos, aún sigue sin conocerse la datación exacta de los restos, pues tras un intento fallido de la prueba del Carbono 14 se precisaría de más financiación para un nuevo intento. Una financiación que hasta el momento se ha limitado a unos 2.500 euros para iniciar la excavación allá por diciembre de 2010, las aportaciones propias del arqueólogo y unas ayudas para el correcto sellado.

Una cantidad que podría considerarse irrisoria en consonancia con la magnitud que para los expertos han tenido estos hallazgos que, como muestra de su elevado interés, sólo hay que atender al hecho de que algunas de sus muestras ya están expuestas en el Museo Arqueológico de Asturias.

Es precisamente esa limitación de presupuesto la que supone un freno para unas investigaciones que desde un principio fueron llevadas a cabo por voluntarios que, de no ser por su labor desinteresada nunca se habría podido conocer los secretos guardados por las tierras del pueblo piloñés. Unos secretos que, casualidades de la vida, afloraron gracias a unos hechos tan fatídicos como las inundaciones de junio de 2010.