El tal Bárcenas se querella, el presidente Rajoy se querella, la Cospedal se querella, el PP se querella... todos se querellan, en tanto a la ciudadanía tan sólo le queda restregarse los ojos ante lo que ve un día sí y otro también sobre el penúltimo espectáculo circense en este país. No sé hasta qué punto las minutas de las demandas judiciales que echarán a andar en estas fechas por el caso del ex tesorero popular correrán a cargo de los impuestos desembolsados religiosamente por los sufridos contribuyentes.

Al votante también le gustaría querellarse contra el político que no cumplió con su programa electoral, aunque deberá esperar a los siguientes comicios electorales para poder sentarle fuera de la bancada del Parlamento de España. Un votante cada vez más abrasado por la retahíla de impuestos directos, indirectos y «libre-pensantes»; agobiado por la merma de sus ingresos, aquel que tiene la suerte de trabajar; y encabritado por las prebendas, en dinero B, que algunos políticos percibían por su actividad «profesional».

Ardua tarea les resta a esas personas que recibieron jugosas cantidades en efectivo para demostrar que todo es pura falacia. El mismo trabajo que les supondrá tratar de convencer al electorado, en el supuesto de la debacle del actual Gobierno del PP, y con la consiguiente llamada a las urnas. Tarea sumamente difícil la que les queda por delante a la inmensa mayoría de la casta política, salvo con honrosas excepciones. De poco sirve a estas alturas mostrar las declaraciones de renta y patrimonio de sus señorías, ya que la correspondiente casilla con la caja B no creo que venga impresa.

Están tardando mucho más de la cuenta los altos jefazos del PP en actuar en consecuencia. La gente de a pie está encendida y en cualquier instante puede saltar la chispa de un conflicto social de graves consecuencias. Se demora demasiado el PP en echar de su entorno a aquellas personas que se lucraron con dinero negro, con sobresueldos; mientras, piden sacrificios a las clases medias. No es nada extraño que la ciudadanía pierda la confianza en quienes eran sus representantes, tanto los que se encuentran a la derecha como, por supuesto, los de izquierdas.

«Esto no hay quien lo solucione», me comentó este domingo un veterano socialista cangués. Y razones tiene ese buen hombre que vivió los duros momentos del franquismo. Un comentario que está en boca de infinidad de personas, sin distinción ideológica. El desaguisado político se perfila complicado a medio plazo con esa tremenda lacra de desempleados que no tienen donde cogerse y la continua y persistente reducción de los servicios básicos y sociales.

La traca del dinero B repartido, supuestamente, a espuertas entre unos cuantos jetas acaba de llevarse por delante parte de la credibilidad -que no toda- de un Partido Popular que arribó al poder hace poco más de un año. Nadie se plantea dimitir, no rueda ni una sola cabeza. ¿Qué más hace falta saber para que políticos forrados se retiren a sus copiosas haciendas? El daño hecho al PP ha sido de órdago y las heridas van a tardar mucho, muchísimo, tiempo en cicatrizar. Los Bárcenas, Matas, Camps, Correas y demás fauna han dejado alto el listón.

Ahora bien, las actuales amplias sonrisas de los socialistas, con la que está cayendo sobre el PP, a lo mejor se convierten en pocos meses en exabruptos hacia algunos de los suyos, ya que el «caso Riopedre» igualmente «huele» a tópicos chacineros. Ojo, no a todos los políticos se les debe meter en el mismo saco, ya que hay muchos honrados, a más no poder. Un asunto, el susodicho «caso Marea», que a buen seguro salpicará, entre otros lugares, a nuestra querida comarca del oriente de Asturias. Como los colores, los hay para todos los gustos, vengan de la izquierda o procedan de las derechas. Y quien diga lo contrario falta a la verdad.