Cuando las vacas aún estaban gordas, allá por el año 2007, al Gobiernín de este pequeño país del Norte se le llenaba la boca de ocurrencias. Éramos los más grandones del mundo mundial: que si un ascensor panorámico por aquí, que si un macropuerto deportivo por allá... No había catarru. En aquellos tiempos en los que cada día se inauguraban un museo y dos centros de interpretación -aunque no tuvieran ni accesos-, se anunciaron 32 obras en los Picos, con 48 millones de inversión. Europa, esa teta ahora escasa, puso encima de la mesa 38,4 millones. Y los dirigentes asturianos -con dos bemoles- dijeron que no había problema, que ellos ponían el resto, cagontal. Sólo les faltó invitar a una ronda a todos los presentes. Ahora, con las vacas reflacas, sólo quedan nueve meses para licitar las obras pendientes. O se perderán las ayudas europeas para siempre jamás amén. Y con ellas, los proyectos, porque en las arcas comunales no queda un euro. Gastóse todo en tracas, voladores y otras historietas que investigan los jueces.