Ribadesella, Emilio G. CEA

Han pasado cuarenta y cinco años pero las emociones al recordar aquel histórico momento siguen a flor de piel. Seis de los diez descubridores de la cueva de Tito Bustillo se reunieron ayer en el Centro de Arte Rupestre de Ribadesella para recordar un momento de capital importancia para la historia del municipio riosellano y para la comunidad científica.

Jesús Fernández Malvárez, María Pía Posada Miranda, Eloísa Fernández Bustillo, Elías Ramos Cabrero, Ruperto Álvarez Romero y María Amparo Izquierdo Vallina recordaron en una charla -coloquio (organizada por el Principado) las vivencias del entonces grupo de jóvenes integrantes de la asociación de montaña Torreblanca, que el 11 de abril de 1968 fueron partícipes de un descubrimiento arqueológico de incalculable valor.

«Es muy difícil explicar las sensaciones que tuvimos aquel día. Fueron una mezcla de incredulidad y satisfacción. Fue como un viaje al pasado», aseguró Ruperto Álvarez Romero. «Veníamos a ver la cueva de la Lloseta. Paramos en una sima y encontramos la conexión con esta cueva que para nosotros fue la puerta que nos llevó directamente hasta la prehistoria», añadió. María Pía Posada tenía quince años cuando el descubrimiento. «Aquel fue un día fue estupendo y divertido. Para nosotros era una aventura más de las que vivíamos con el grupo», rememoró. Según explicó Pía Posada, «tras ver las pinturas nuestra intención era proteger todo aquello. Fuimos muy responsables», sostuvo.

Ésta hizo hincapié durante el encuentro en la unión que tenían todos los integrantes. «En un principio la cueva iba a llamarse Torreblanca por el nombre del grupo de montaña, pero tras la muerte de Tito (ocurrida dieciocho días después del descubrimiento), pedimos que la cueva llevase su nombre para darle en homenaje todo el brillo del descubrimiento», dijo.

«No queríamos salir de la cueva. No nos creíamos lo que acabábamos de descubrir. Las sensaciones siguen todavía vivas», aseguró María Amparo Izquierdo Vallina. «Yo no formaba parte del grupo Torreblanca y no recuerdo muy bien si aquel día me infiltré o me invitaron. Me impactó mucho la primera visión de las pinturas», sostuvo.

José Manuel Fernández Malvárez y Adolfo Inda Sanjuán fueron los dos riosellanos que formaron parte de aquella legendaria expedición al pasado prehistórico. «Con el paso del tiempo uno se da cuenta de la importancia de aquel descubrimiento. A mí aquello me valió para trabajar como guía de la cueva durante tres veranos», recordó Malvárez entre risas. «Ribadesella siempre se portó muy bien con nosotros», señaló Elías Ramos.

Uno de los momentos más emotivos fue cuando uno de los asistentes pidió que hiciesen un perfil de Tito Bustillo. «Era una persona muy alegre, activa y deportista al que le gustaba mucho el arte y la música. Era un chaval muy positivo», destacó María Pía. La hermana de Tito y también descubridora de la cueva Eloísa Fernández Bustillo describió a su hermano como una persona «muy inquieta y revoltosa».

El acto no contó con representantes del Gobierno local (Foro), que mostró su malestar por no ser invitado y hacer coincidir la charla con la Semana Cultural de Ribadesella.