Sotres (Cabrales),

Emilio G. CEA

La zona cabraliega del Parque Nacional de los Picos de Europa se ha convertido en las últimas semanas en un lugar tétrico. En los alrededores de las vegas de Sotres decenas de rebecos muertos, la mayoría de ellos decapitados, se pudren a la vista de turistas y pastores, víctimas de un brote de sarna. Algunos de los cadáveres yacen junto a la orilla del río Duje. Las escenas llaman la atención para mal de los turistas que recorren a diario las diferentes rutas de montaña que discurren por la zona. Los visitantes preguntan asombrados a los pastores por el motivo de tan desalentadora estampa, tras toparse a cada paso con multitud de huesos y cadáveres. Los rebecos bajan desde las zonas altas de la montaña para morir a la altura de los pastos, senderos o pistas por donde transitan rebaños, pastores y visitantes. La causa de la muerte de centenares de estos animales es, según los ganaderos, un brote de sarna que desde el pasado invierno ha segado la vida de multitud de rebecos.

En las vegas de Sotres los pastores y sus rebaños conviven a diario con los animales putrefactos. Los ganaderos están pendientes de que sus cabras, ovejas y vacas no se acerquen a los restos de los rebecos por miedo a que se contagien de sarna. «Las cabras y las vacas chupan los huesos y corren el riesgo de contraer la enfermedad», aseguró el joven ganadero sotriano Abel Fernández López. Ocho de las cabras de este pastor ya han contraído la sarna. «No recuerdo nada parecido», indicó. De momento, debe adquirir vacunas para ser él mismo quien trate a las cabras. Cada vacuna para quince cabezas le cuesta cincuenta euros.

Los ganaderos piden que los responsables del parque nacional pongan freno a esta sangría. Los guardas del Parque, según explican, se limitan tan sólo a cortar la cabeza de los animales muertos para que esta pieza no se convierta en un objeto de reclamo, dejando que los animales se pudran a la intemperie. «Los buitres ya no dan abasto, pues hay demasiados rebecos muertos. Ya ni miran para ellos. Están empachados», señaló Fernández.

Deli López no pierde detalle de lo que hacen sus 51 ovejas, tres cabras y su perro, temerosa de que se acerquen a rebecos muertos y se contagien. «Tengo miedo a coger la sarna yo o a que la cojan los animales. Jamás he visto nada parecido», subrayó, a la vez que evitaba con un palo que una oveja se acercase a los restos de un rebeco. Esta vecina de Sotres pide a los responsables del parque nacional que pongan de inmediato freno a esta problemática. «Deberían retirar los animales muertos y preocuparse por intentar poner freno a este brote y curar a los rebecos, pues da pena verlos pelados y moribundos. Sólo protegen a los lobos», apostilló.

Su esposo, Ángel López, se mostró muy crítico con los obstáculos que, en su opinión, desde el parque nacional se pone a la labor de los ganaderos. «La guardería no se preocupa de atajar el problema de la sarna, ni de retirar los cadáveres de los rebecos. A este problema se suma el de los lobos. Nos van a sacar los ojos y nos mandarán a todos a pedir», indicó. Según López, las trabas con las que los pastores conviven a diario amenazan la continuidad de esta actividad: «La ganadería podría ser una salida a la crisis, pero con cosas como ésta o los ataques del lobo no levantamos cabeza», concluyó.