Ribadesella,

Patricia MARTÍNEZ

«Todos somos iguales y podemos aprender lo mismo que los demás». Así resume Fátima Gutiérrez lo que «Blues» ha aportado a las clases del Instituto Avelina Cerra de Ribadesella. El nuevo compañero de aula es un labrador retriever de tres años, especializado en terapia y asistencia, uno de los cinco perros que participan en el proyecto «Aulas Dogs», promovido por la asociación «Entrecanes».

El centro educativo riosellano es pionero en aplicar este tipo de terapia -en la que el perro es coterapeuta y parte integral del proceso- en cursos de diversificación, en los que se trabaja «la motivación y las etiquetas puestas por ser aulas de diversificación», apunta Tachira Carmona, adiestradora canina del colectivo. A través de juegos, talleres y dinámicas los alumnos trabajan habilidades que no suelen aparecer en las programaciones curriculares. Ver de lo que son capaces, conocer su valía y trabajar su creatividad son sólo algunos objetivos que entre los alumnos, «Blues» y las monitoras del proyecto han conseguido en las cuatro sesiones que llevan.

Pero, ¿cómo un perro puede conseguir estos efectos en un adolescente? «Nos damos cuenta de las emociones que tenemos cuando estamos haciendo los talleres», explica Fátima Gutiérrez, para quien esto les ayuda a conocerse mejor a sí mismos. Una de las dinámicas de ayer incidió sobre esto precisamente, ya que los alumnos debían taparse los ojos «a ver si confiamos en los demás y el perro se pone a nuestro lado cuando nota que tenemos miedo», añade Gutiérrez.

En estas sesiones tan particulares y efectivas también trabajan «la cohesión grupal, la cooperación, las habilidades sociales y la comunicación», enumera Carmona, para quien, en un aspecto quizá más práctico, se trata de que los alumnos «vean lo que tienen de bueno y pueden aportar, un potencial que no se creen ni ellos».

El can sirve a los alumnos «de espejo, para darse cuenta de sus sentimientos y del lenguaje no verbal» y les ayuda, en definitiva, a convencerse de que «no por ser de diversificación somos peores», subraya Israel Fernández, el menos tímido de los participantes masculinos. Este es el objetivo fundamental y Carmona destaca que los estudiantes riosellanos «lo están haciendo muy bien».

Al finalizar cada sesión, y aún les quedan tres, realizan una evaluación y son los propios alumnos quienes determinan si está funcionando. Y lo hace, pues todos lo recomiendan a otros estudiantes por la «ayuda tanto psicológica como emocional que nos da», subraya Fátima Gutiérrez.

La terapia asistida por perros les ha enseñado que no deben preocuparse por lo que los demás piensen de ellos. Y, en todo caso, a darse cuenta de que estas opiniones también son positivas, como sucedió en otra de las dinámicas que realizaron. «Debían señalar en una silueta cosas buenas y que se les dan bien y luego cada uno decía en qué era bueno el otro», explica Tachira Carmona, para quien los estudiantes se sorprendieron al verse a través de los ojos de sus compañeros.

También sorprendieron, y «gratamente», a las monitoras del proyecto, pues todos «están haciendo esfuerzos para sacar lo mejor de sí mismos, estamos muy orgullosos de ellos y esta experiencia nos ha enseñado mucho», añade la adiestradora de perros.

Para cuando finalicen las sesiones esperan que los participantes hayan descubierto «los talentos especiales que pueden desarrollar a lo largo de su vida». Por lo pronto, los estudiantes están encantados con la actividad, creen que va a mejorar la relación en la clase y han dado un paso muy importante.

«Ya no son tercero de diversificación», subraya Carmona, «sino que se llaman "El Malecón del Sella", un nombre que ellos mismos eligieron».