Arriondas (Parres)

Juanjo Peruyero ha sido el juez de paz de Parres durante los últimos 24 años. Regenta un taller de coches, es aficionado a la pesca y saca tiempo y dedicación para gestionar infinidad de asuntos vecinales en el juzgado.

-¿Para qué sirve un juez de paz?

-Aquí hay tres secciones diferentes: penal, civil y registro civil. En el registro civil se lleva cuenta de los nacimientos, matrimonios y defunciones. En el penal, los juicios de faltas por amenazas, insultos, daños al mobiliario público, custodia de animales feroces, notificaciones, declaraciones y demás. Pero en cuanto hay daños o agresión, no nos corresponde. Y después lo más desmoralizante es lo que ves en civil. El juzgado hasta ahora me valía para abstraerme de los problemas y desde hace una temporada es al revés.

-¿Por qué?

-Es deprimente, ves las reclamaciones de cantidades por impagos, desahucios... Lógicamente conozco al cien por ciento de la población y es muy triste tener que notificarlo. Procuro no verlo, nada más que firmarlo, no se requiere mi presencia. Son familias, amigos, compañeros, negocios que lo están pasando mal.

-¿Qué es lo que más le gusta?

-El registro civil, por eso me dolería muchísimo que lo quitaran. Es la historia viva de cada pueblo y está en unos libros que aquí arreglé yo ahorrando en sellos, porque los exhortos los llevo al juzgado de Cangas de la que voy a trabajar. Reparamos 210 libros, los hay desde 1870.

-¿Es un cargo remunerado?

-Sí, pero con muy poco dinero. En la administración de Justicia hay baremos, hasta 2.000 habitantes un tanto, de 2.000 a 5.000 otro y en el de 5.000 a 7.000, que es donde estamos la mayoría, Parres, Ribadesella, etcétera, son seis euros diarios, mil pesetas. Económicamente nadie está por el dinero, es totalmente vocacional.

-¿Cuál es la gestión más frecuente?

-Lo que más trabajo da aquí es el registro civil, son muchos expedientes, muchas inscripciones. Llevo casi 200 bodas desde 1990, que hice la primera. Y después defunciones. En matrimonios, Cangas se lleva la palma por Covadonga y el parador, pero aquí como está el hospital hago el 90 por ciento de las que hay en el Oriente, trescientas y pico o cuatrocientas defunciones.

-¿Qué es lo más conflictivo?

-Los juicios de faltas y los actos de conciliación. Intentas conciliar a las partes y lo que se acuerde y firmemos es de obligado cumplimiento. Por ejemplo, hubo uno hace poco que llevaban siete años para una herencia y los arreglé, te da satisfacción personal. Y en el juicio de faltas tienes que intentar descubrir la verdad o lo probado. De todos los juicios de faltas, que llevaré alrededor de cien, nunca perdí en una apelación, nunca me revocaron una sentencia.

-¿Ha notado que aumentara la crispación desde el inicio de la crisis?

-El verdadero problema y drama está en lo de civil, lo sientes mucho porque lo sientes en la propia carne. En lo de penal, no es tan significativo, aunque sí hay algún tema más, pero pensé que pudiera ser mayor el aumento. Es muchísimo mas conflictivo lo de civil.

-En todo este tiempo tendrá un montón de anécdotas.

-Sí, desde gente que nos ponemos a buscarla como nacida aquí y había nacido en Florida u otros que venían a apuntar una separación y estaba el matrimonio sin inscribir después de cuarenta años. Antiguamente era frecuente no apuntar cosas, por ejemplo nacimientos, por vergüenza social, o apuntaban de padre y madre desconocido.

-¿Qué cualidades tiene que tener un buen juez de paz?

-Una imprescindible, la discreción. Eso lo llevo a rajatabla, no trasciende nada del juzgado para fuera. De otra manera, como todo, si no te gusta, si estás de mala gana y encima no ganas dinero...

-¿Le reconocen por la calle como juez de paz o aún hay vecinos que no saben que lo es?

-Hay gente que no lo sabe después de tantísimos años. Entra y se sorprende de verme. Otros, sin embargo, sí lo saben.

-¿Le creó enemigos entre sus vecinos?

-Hay muy poca gente que te tome a mal nada que hayas hecho aquí. No diría enemigos, uno que está un poco mosqueado nada más. Nunca me asustaron las responsabilidades y las tomo con todas las consecuencias. Si tengo que hacer algo en lo que no crea, el primero en irme soy yo, eso segurísimo.

-Jueces de otras instancias reconocen recibir presiones, ¿llegan a su juzgado?

-Nunca las sentí como presión, porque de los movimientos que veía u oía hacía caso omiso. Hacia los jueces de paz sí puede haber algunos casos de partidos políticos. No se puede ir a hablar con ellos para que te nombren, si vas de mano a hacer campaña, la fastidiaste. El nombramiento aquí siempre fue por unanimidad. Y siempre me pusieron carteles, pero tengo «llombu» para eso y para mucho más. En unas elecciones detecté un fallo que hubiera incapacitado una lista electoral y los avisé. Si hay un error que se pueda subsanar hay que subsanarlo, sea de quien sea y pese a quien pese.

-¿Cree que la justicia funciona bien?

-Podría funcionar mucho mejor. Los partidos, cada vez que hacen algo lo empeoran, no facilitan las cosas, no se moderniza la justicia. Que estemos moviendo este montón de papeles con la informática que hay es demencial.

-Temen que la reforma judicial del Ejecutivo central les haga desaparecer.

-Desde AJUPPAS estamos moviéndonos para ver si hay manera de que los ayuntamientos lo defiendan, porque va a ir contra el ciudadano. Si desaparecen los registros civiles, la gente tendrá la incomodidad de acceso, que uno de Ponga tenga que ir a inscribirse a Oviedo o a Villaviciosa. Y lo de gratis, evidentemente, murió en acto de servicio. Como vemos, los notarios suelen cobrar poco por cualquier cosa de estas.

«Un juez de paz tiene que tener una cualidad imprescindible, la discreción»

«A los jueces de paz les pueden llegar algunas presiones de partidos políticos. No se puede ir a hablar con ellos para que te nombren, si vas de mano a hacer campaña, la fastidiaste»

Parragués, profesor y juez de paz vocacional

Juanjo Peruyero nació en Arriondas en 1958 y en cuanto acabó los estudios empezó a trabajar en el sector del automóvil. Siempre vivió en la capital parraguesa, salvo el año que estuvo haciendo la mili en Gijón. En 1982 fundó con otros dos compañeros Talleres Enol, en Cangas de Onís, donde continúa trabajando. Lleva como juez de paz desde 1989, siempre elegido por unanimidad en el pleno. «Siempre me había llamado la atención eso de los juicios y la responsabilidad nunca me asustó», añade. Agradece mucho la ayuda y el aprendizaje que le facilitó Isaac Longo, recientemente fallecido, y es secretario de la Asociación de Jueces de Paz de Asturias (AJUPPAS) y de la sociedad de pescadores «El Esmerillón».