«Son muchos los que repiten». El dato, facilitado por Elena Molina, encargada de la gestión de tiques y entradas del Centro de Arte Rupestre Tito Bustillo, explica en parte que las entradas para visitar la cueva riosellana a las que se vincula ese equipamiento se encuentren agotadas hasta el próximo 24 de agosto. «Esto funciona muy bien», ratifica, sonriente. También atrae mucho público el propio Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo, aunque, en este caso, para acceder a sus salas no es necesario hacer ningún tipo de reserva. María López Padilla, del departamento de promoción, recomienda a los interesados no dejar de preguntar a pesar del lleno porque podrían producirse cancelaciones y quedar así «plazas sueltas en algún turno de visita».

Elena Molina sostiene que cada día se cubren las 150 plazas que autoriza la UNESCO, por motivos de conservación de este santuario del arte paleolítico. Lo atribuye, entre otras razones, a la «tremenda repercusión mediática» del yacimiento. Explica que el período de apertura de las cuevas no depende de la cantidad de gente que haya hecho su reserva para un determinado lapso sino de las decisiones que se tomen en el Principado. Esta última temporada comenzó ya el pasado 15 de marzo y continuará atrayendo a turistas y residentes hasta el último fin de semana del mes de octubre. La cueva de Tito Bustillo solo está abierta al público de miércoles a domingo y permanece cerrada siempre durante el mes de enero.

Molina señala que los españoles aprovechan los meses de verano para hacer visitas turísticas como esta. A su vez, las visitas de los escolares salvan las temporadas «en las que el turismo está más flojo». López Padilla dice que, si bien aún no puede elaborarse una estadística fiable de este verano, sí se puede indicar que la mayoría de los visitantes de julio procede, hasta el momento, de otras comunidades, así como de países extranjeros. «El visitante de la propia región estaría en un tercer lugar», apostilla. El año pasado, el 57 por ciento de los visitantes que recibió el Centro de Arte Rupestre procedía de otras comunidades, principalmente de Madrid, Galicia, Castilla y León y País Vasco. Los visitantes internacionales representaron entonces el nueve por ciento de las visitas, con una procedencia mayoritaria del Reino Unido, Estados Unidos y Francia. Los visitantes regionales representaron un 34 por ciento de las visitas de ese año.

La crisis no parece ser un factor que haya que tener en cuenta a la hora de determinar el éxito del centro de arte rupestre. «Nosotros no notamos esa fluctuación porque las reservas se hacen a largo plazo», sostiene Elena Molina. «Sí hay gente que hace su reserva y después no puede venir, pero nos suele avisar porque saben lo difícil que es conseguir las entradas», comenta.

Hay varias cosas que a Elena Molina le llaman la atención. Una de ellas es la fuerza e intensidad de la oleada de visitas de la pasada Semana Santa. Por otro lado, destaca el alto nivel de satisfacción con el que se marchan los extranjeros que visitan las cuevas. «Siempre recomendamos que visiten primero el museo», indica. En él todo está subtitulado en inglés y en castellano, por lo que aquellos que proceden de otros países pueden comprender mejor lo que ven después en la cueva. Así lo entiende Molina, quien alude, a este respecto, a la «cultura de cuevas» que existe en Francia. «Ellos visitan mucho las cuevas, como nosotros al viajar a otros países visitamos otros monumentos».

Para Molina el museo tiene sus pros y sus contras. Reconoce que no es lo mismo ver las réplicas de las pinturas que los originales. Sin embargo, destaca que los turistas nunca se arrepienten de visitar el museo. El tiempo ha dejado su huella en las pinturas, desdibujándolas y haciendo más complicada la comprensión de los diferentes símbolos, mientras que la ampliación de las partes más importantes de esos paneles, la mejora de su luminosidad y la proximidad con la que pueden apreciar favorece a las réplicas.

Por último, Elena Molina hace referencia a la labor de su compañera Azucena Bernardo, arqueóloga y encargada de los talleres que se imparten en el centro. «A la gente le gustan mucho, y hay quienes también repiten», revela. El precio de esta actividad es de 1,50 euros.

Pedro Martín y Belén Lorda, naturales de Zaragoza, no hicieron reserva en las cuevas por considerar que sus hijos, Diego y Alicia, eran muy pequeños para entender las representaciones pictóricas. En cambio, se acercaron al Centro de Arte Rupestre para asistir a los talleres. No es el primer año que veranean en Asturias. El cine de verano que ha organizado en su terraza el mismo centro, con la proyección de películas como «Ice Age», les ha parecido una «idea estupenda». «Cuando los niños sean mayores, volveremos», afirma Belén Lorda.