Cincuenta años después, el santuario de Covadonga vuelve a ser partícipe de un amor que se fortalece con el tiempo. La piloñesa Ana María Alonso y el maliayés José Luis Corripio, magnate dominicano de la comunicación, celebraron ayer en compañía de familiares y amigos sus bodas de oro.

Corripio es en la República Dominicana el propietario del grupo empresarial que por nombre lleva el apellido familiar. Se trata de un conglomerado que abarca sectores como la construcción, la alimentación o la distribución de vehículos. Suyas son también en la isla tres cadenas de televisión, dos emisoras de radio y tres periódicos de tirada nacional. El grupo Corripio nació del pequeño negoció de comestibles que en su día fundó su padre, Manuel Corripio. A lo largo de su vida, este emigrante asturiano que ayer renovó sus votos matrimoniales ha sabido gestionar con maestría para transformarlo en lo que hoy es.

Nació en 1934 y aunque marchó siendo joven a la República Dominicana con su familia siempre tuvo un pie plantado en Asturias. Sus padres y los de su esposa eran viejos conocidos por lo que, después de algún tiempo de noviazgo, el 16 de agosto de 1963, Alonso y Corripio se unieron en matrimonio.

Ha ya pasado mucho tiempo y ambos se sienten muy afortunados de poder celebrar 50 años de casados. Arropados por sus más de 75 invitados, se mostraron agradecidos y emocionados. «Al futuro solo le pedimos que nos vaya tan bien como hasta ahora», decía Ana María, que durante la ceremonia compartió miradas cómplices y sonrisas con el que es su compañero en esta larga aventura.

En días como el de ayer, Corripio agradece a Dios el estar vivo. «Hemos sido un matrimonio de unión familiar y de amor. Tenemos cuatro hijos maravillosos y 15 nietos a los que queremos mucho», dijo conmovido. «Cincuenta años es medio siglo», añadía más tarde sonriente y cogido de la mano de su esposa. Juntos caminaron por las inmediaciones del santuario y posaron para sus nietos. «Si escogimos Covadonga en su momento fue porque nuestros padres se casaron aquí y creemos que este lugar es algo simbólico para el catolicismo en Asturias», aseguró Corripio.

Después de la misa, el matrimonio hizo una breve visita a la santa cueva para dirigirse después a la basílica. Seguían sus pasos los familiares y los amigos más allegados. Manuel, José, Lucía y Ana son los nombres de sus hijos. Todos nacieron ya en Santo Domingo y ninguno faltó a esta cita ineludible.

Los invitados llegaron en un autobús, vestidos para la ocasión y después el matrimonio les abrió las puertas de su casa en Villaviciosa para celebrar, bajo una gran carpa en el jardín, con una comida, el tiempo compartido y lo que queda por venir.

Carmen Canellada y su hija, Ana Romero, naturales de Gijón, no quisieron perderse la fiesta. La foto de las hermanas de Ana llevando las arras en la boda luce todavía, según cuenta, en el salón de la casa de los Corripio en Asturias. Canellada, que fue al colegio de las Teresianas en Oviedo con Ana María Alonso, se mostró especialmente alegre durante una mañana que muchos calificaron de especial.