Lastres (Colunga),

Patricia MARTÍNEZ

Concha Rebollar Marcilla es una sonrisa serena con 90 años y muchas ganas de pasarlo bien. Vive sola, hace teatro y gimnasia saludable y acaba de llegar de pasar unas vacaciones en Galicia. Es, además, la "güelina" de nueve nietos, nueve bisnietos, una tataranieta y hasta de sus propios hijos.

Esta súper nonagenaria celebró su cumpleaños el domingo y logró reunir, por primera vez, a toda su familia en un restaurante de la playa de La Griega. Entre naturales y políticos se juntaron treinta personas de Gijón, Siero, Oviedo y otros concejos para cantar y bailar con Concha, la primera en menearse al compás de la música de Ceferino Otero, contratado para la ocasión.

Tuvo cuatro hijos -uno murió- que a su vez le dieron nietos con casi veinte años de diferencia. La mayor, Anabel Rodríguez, tiene 50 años y el menor, Jaime Granda, 31. Clara Victorero está en el medio y describe a su abuela como una persona "mundial. Siempre decimos que la muerte no la va a sorprender en casa". Para muestra, Concha les aseguró entre bromas que, cuando cumpla cien años, los invitará a todos a un viaje a Cuba.

Una distancia parecida hay entre la siguiente generación, la de los bisnietos, que se mueven entre los 32 años de Maikel Capellán y los cinco meses de Lucía Álvarez. La que, de momento, ha estrenado generación es Nayara Capellán, única tataranieta e hija del bisnieto mayor. La celebración de su nonagésimo cumpleaños junto a toda su familia puso a Rebollar "muy contenta de tenerlos a todos aquí, que nunca en la vida lo había hecho hasta hoy". La lastrina desconoce el secreto para llegar con su vitalidad a los 90, máxime cuando desde bien niña empezó a trabajar en las conserveras de Lastres.

Recorrió unas cuantas y, como cuenta ella misma, "no estoy apuntada en ningún lao", toda una vida trabajando para no cotizar nada. Después de las factorías se dedicó a vender pescado por los pueblos y aldeas; fue mucho a Valdediós, en Villaviciosa, y se desplazaba en tren nada menos que hasta la localidad naveta de Ceceda, donde vendía bonito. "Fue una vida muy arrastrada", resume, sin embargo, con un semblante lleno de luz y energía.

Ana Aranda Rebollar es su hija mayor -la que "desencadenó" la quinta generación- y cree que "lo mejor que te puede pasar es llegar a esos años con esa vitalidad. Se apunta a todas las excursiones, a todos los eventos", explica. Afirma que su madre es "gana y alegría cien por ciento" y que, "con cara de pena no la ves nunca". Aranda reconoce que, en muchas ocasiones, es la matriarca la que da ánimos a toda la familia.

Entre las variadas aficiones de Concha Rebollar -es actriz en el grupo de teatro terapéutico de personas mayores "Las Tres Luces" de Lastres- también está la de vender lotería, para asociaciones locales y otras que luchan por la infancia o los enfermos de parkinson, por ejemplo. "Toca pocas veces", asegura la propia vendedora, que lleva su simpatía y serenidad por las calles de la villa marinera.

Como su extensa familia no podía ser menos, Concha Rebollar repartió en su cumpleaños décimos para todos. A falta de saber si tienen premio, la animosa lastrina les regaló un consejo que bien vale para todos los hijos, nietos y bisnietos del mundo: "Les digo que sean buenos y que sigan adelante". Los de ahora son tiempos "muy distintos", pero, en su opinión, "vamos mejorando, peor estuvo antes".