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Toraño: a pie, en barca o por cable

Las obras en el único camino de acceso a la localidad parraguesa obligan a los vecinos, con experiencia histórica en salvar el aislamiento del río, a llegar andando a sus casas

José Ramón Alonso, en el vial, tras el inicio de las obras en la localidad parraguesa. P. M.

Toraño (Parres),

Patricia MARTÍNEZ

Recorrer un kilómetro a pie no es nada comparado con atravesar un río colgado de un cable o, en el mejor de los casos, compartiendo barca con pasajeros, bicicletas y los bultos que cuadrase, como sucedía antaño. Los vecinos de la localidad parraguesa de Toraño llevan semana y media teniendo que caminar esa distancia para acceder hasta sus viviendas. Es el tiempo que llevan realizándose los trabajos para reparar la única carretera que va desde el puente sobre el río Sella hasta el núcleo rural. Según apuntó ayer Francisco Bonilla, responsable de la empresa que ejecuta la obra, hoy echarán el aglomerado y esperan abrir la carretera al tráfico "el fin de semana o el lunes a más tardar, depende del tiempo", añadió antes de explicar que "lloviendo no se debe echar el aglomerado".

La obra comenzó el día 7 de octubre y, hasta que se permita el tráfico rodado, el panadero pasa en bicicleta, la empresa que realiza los trabajos de reparación recoge la basura y la docena de vecinos que vive en la localidad parraguesa está en continua comunicación tanto con la compañía como con el Ayuntamiento, por lo que lo toman como un mal menor y necesario.

El alcalde de Parres, el socialista Marcos Gutiérrez, explica que los vecinos "entendieron perfectamente" la necesidad de cortar la carretera para realizar la obra y asegura que les están dando "todo tipo de facilidades. La propia empresa deja un vehículo en el lado de allá por si hay que mover a alguna persona mayor desde su casa hasta el puente", añade.

El regidor describe cómo "se abrió un hueco en la carretera y desde el propio puente ya se veía el río, el agua abajo". En el equipo de gobierno local tenían "miedo de que abriese más y que pudiese producirse un accidente o que se hundiese del todo y quedase el pueblo aislado". Dado que ambas posibilidades eran peligrosas y perjudiciales para los vecinos, las autoridades municipales trasladaron la avería a la oficina técnica, donde realizaron un proyecto de los trabajos a acometer.

"Nos pusimos manos a la obra para solucionarlo, al ser el único acceso del pueblo podría llegar a ser un problema importante", apunta Gutiérrez Escandón. En la localidad explican que la carretera "empezó a hundirse el año pasado", según recuerda José Ramón Alonso, residente en Toraño y quien no duda en asegurar que se apañan bien. Para este vecino, la avería se produjo porque "las varillas están viejas y se consumieron, metidas contra la vía" del tren, un trazado que discurre paralelo a la carretera que se está arreglando.

De hecho, el ferrocarril de Feve es una de las alternativas que tienen los vecinos para desplazarse desde la pequeña localidad ahora que la carretera, construida hace casi un siglo, no está operativa.

Los trabajos tienen un presupuesto algo superior a los 22.000 euros, no son complicados técnicamente y han consistido en "reparar dos tramos deteriorados de la carretera y repasar toda la armadura por debajo del tablero", describe Francisco Bonilla. Este tablero estaba deteriorado "por el paso del tiempo", pues los antiguos del lugar calculan que fue construido hacia 1936. Además, Bonilla cree que esta es la primera rehabilitación que se hace en el vial, pues "bajo el tablero se nota que no se ha reparado".

Paso en barca

Poco después de hacer el puente y la carretera, aún en los años treinta, una crecida en el río Sella se llevó la mitad del primero y los vecinos estuvieron "treinta y pico años sin él", recuerda Manuel Quesada Nicolás, de 85 años.

Fue el tiempo de la barca y el barquero, que todo el día cruzaban el Sella a cambio de una perrona -diez céntimos de las antiguas pesetas- para quienes no eran de Toraño y una medida de maíz para los lugareños. Mercancías, personas, bicicletas y hasta animales pasaban en barca, un medio de transporte que, combinado con el tren, permitió a esta localidad parraguesa mantenerse conectada con el exterior.

Pero "a última hora ya no había ni puente ni barca", apunta Quesada en referencia al tiempo anterior a la construcción del paso sobre el Sella. Él entonces era joven y cruzaban, "de verano, por el río y con la bicicleta a hombros y por el invierno colgados del cable", relata.

Esta pirueta era asumible cuando iban en grupo y se servían de un palo para pasar por el tendido, pero un riesgo cuando iban solos y se veían, como le sucedió a él, "que a medio camino, de noche, no podía más. El agua estaba muy fría en aquella época, pero no veía otra solución. Allá me enganché, descansé un poco y logré cruzar", cuenta, todavía aliviado.

Además de la barca que durante años cruzó el Sella, algunos vecinos tenían una chalana, una pequeña embarcación que a menudo compartían. Por el día subían la bicicleta al tren para irse de Toraño y asunto arreglado pero, por la noche, cuando ya no había servicio ferroviario, estos botes eran la única forma de regresar a casa.

Una de aquellas veces le coincidió a Quesada con una crecida del Sella y al bote se subieron, con él, otras cinco personas y seis bicicletas. "Se medió de agua, y no fuimos todos al río con las bicicletas de casualidad", rememora el octogenario antes de añadir: "éramos jóvenes, estábamos acostumbrados y remábamos bien".

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