Los controles poblacionales, aunque los avale la normativa vigente, son un lamentable error. En el parque nacional o fuera del parque nacional. En el mundo civilizado se organizan controles de ejemplares, esto es, se determina qué animal está causando daños no asumibles y se actúa contra él. En el parque nacional de los Picos de Europa se sale a la caza de cualquier cosa que se mueva y huela a lobo. Así que nunca se sabe si se mata al animal que está causando daños en los rebaños o a otro cuya dieta está basada en fauna salvaje (que haberlos haylos). Es como si hubiera muchos robos en un pueblo y la Policía decidiera detener a seis ciudadanos, a los primeros que pasen por delante de sus narices. Podría caer el ladrón, es verdad, pero sería una casualidad. El problema es que determinar qué animales generan problemas no es fácil. Cuesta tiempo y dinero. Así que los administradores prefieren tirarse a lo cómodo, disparar por si suena la flauta y convertir el parque en una feria con salón de tiro.
