"Es imprescindible monitorizar e investigar las cuevas para aprender por qué se deterioran". Así opina el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Sergio Sánchez Moral, que impartió una conferencia en el Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo, dentro del aula de arqueología organizada por la Universidad de Oviedo. El científico, especialista en conservación, ha trabajado durante veinte años en la cueva de Altamira, en Cantabria, y en varios yacimientos asturianos, donde participó en una experiencia de monitorización, un sistema que mide factores como temperatura, humedad, gases y partículas en suspensión en el interior de las grutas.

A Sánchez Moral le parece "muy bien" la propuesta que formuló el Consorcio de Entidades para el Desarrollo Rural del Oriente de Asturias para monitorizar las cuevas asturianas. La entidad planteó diseñar un plan de visitas individualizado y aportar mayor atractivo al visitante, que podría ver centralizada esta información en el edificio de entrada de Tito Bustillo.

"Monitorizando y obteniendo datos podemos medir cómo estaba y cómo está, y saber cómo evoluciona su estado de conservación a lo largo del tiempo", dijo. No vale "la memoria, las subjetividades y las opiniones sobre el progreso o no de los procesos de deterioro" e incide en que la monitorización "es la manera de aprender por qué se está deteriorando y qué medidas pueden tomarse para que el deterioro no progrese". Y es "fundamental" explicar al público "por qué en ocasiones se establecen medidas que limitan el acceso", añadió.

El investigador expuso cómo han evolucionado las metodologías y las conclusiones de los estudios de conservación en las cuevas. "Hace treinta años, para datar una pintura con carbono 14 hacía falta tomar una muestra de un gramo y ahora con un miligramo vale", explicó, antes de subrayar que "la afección que haces al panel es, después de años de investigación, mil veces menor", tanto en el sentido literal como en el figurado. Después de dos décadas trabajando en Altamira, el equipo de Sánchez ha concluido que "si los gestores deciden que las cuevas se visiten, deben asumir que su deterioro progresará en cierto grado" y matiza que los científicos no son quienes determinan "si el deterioro es asumible o no, eso lo hacen los gestores". Precisamente en la cueva de Altamira los segundos decidieron desoír el criterio de los primeros -un equipo en el que participaba Sergio Sánchez- y reabrieron la cueva a las visitas.

No tiene "opinión personal sobre si el arte rupestre debe ser necesariamente expuesto a la visita turística o no", y si la tuviera no la daría, pues perdería su "objetividad profesional", que está en la conservación. "Realizamos investigaciones para conocer los mecanismos de deterioro y de esa forma poder diseñar medidas correctoras para que ese deterioro no progrese" apunta y añade que, a continuación, "se intenta que esas medidas correctoras sean poco activas, porque cualquier cambio que hagas en una cueva producirá una respuesta del ecosistema, que se reajusta para volver a adaptarse al cambio de las condiciones ambientales".

Las medidas correctoras han de ir encaminadas "a que los procesos de deterioro se minimicen", pues no es posible detenerlos. Sin embargo, el tiempo y la investigación científica aplicada a la conservación de las cuevas con arte rupestre sí permite saber cada vez más sobre "lo que no se debe hacer" y se van obteniendo resultados cada vez más útiles. El único camino para que un futuro pueda compatibilizarse el uso y la conservación de las cavidades que albergan arte rupestre es seguir estudiando", añadió.