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Montealea, naturaleza en su máxima expresión

Desde la localidad, situada a los pies del Mirador del Fitu, se puede disfrutar de la vista de la playa de Vega, en Ribadesella

Montealea, naturaleza en su máxima expresión

"Es naturaleza en su máxima expresión". Así definen Alfonso Cano y Yolanda Tostón a Montealea, último pueblo de Parres antes de llegar a Ribadesella. Estos zamoranos de Benavente llevan una semana de vacaciones en la casa rural que Georgina Vega alquila en el pueblo, tiempo suficiente para "quedarse prendado de la belleza del lugar", que se encuentra a los pies del mirador del Fitu.

"Si no fuera porque la maleza invade por completo las tres sendas que hay para subir, podríais llegar desde Tusienes al Mirador en media hora caminando", les explica a los turistas zamoranos el marido de Vega, Juan Antonio Corteguera. Este vecino de Montealea conoce "al dedillo" la geografía del pueblo que lo vio nacer hace 73 años y ejerce de perfecto guía para los visitantes. "Ayer los mandé a la Cueva de los Llobos, situada aquí en frente, en la Peña de Montealea, a un kilómetro de distancia. Pero a 100 metros de la entrada tuvieron que dar la vuelta por la maleza y los pinchos que se encontraron", relata Corteguera, que lamenta "la dejadez que sufre el monte por parte de las administraciones", algo en lo que coinciden los vecinos María Inés Tereñes y José Luis Fernández.

Debajo de la Peña de Montealea se encuentra la fuente de La Friera, "donde en los años 40 se acudía a diario porque no había agua corriente en casa", relata Corteguera. "Las mujeres también iban a lavar a la fuente de Tusienes, reformada, o al río de Montealea, que en muchos libros sale con el nombre de El Acebo", apunta este ganadero jubilado. En aquella época, según relata el cronista oficial de Parres, Francisco Rozada, "tampoco se podía acceder en coche a la localidad y había que dejarlo en El Barrosu (Collía) y después seguir a pie hasta La Salgar, La Vita, para llegar a Montealea, tras andar 3,5 kilómetros".

Actualmente están censadas en el pueblo, que pertenece a la parroquia de Santo Tomás de Collía, 33 personas, menos de la mitad de la cifra registrada en 1970, cuando residían 79 habitantes. Lo que no ha cambiado es su principal motor económico, que sigue siendo la ganadería, concretamente dos grandes explotaciones bovinas. A sus 42 años, José Miguel Pérez es el propietario de una de ellas, la de El Esplón, que atiende con la ayuda de su mujer, Cristina Bárcena. El hermano de Bárcena es propietario de la otra. "Aunque el campo es duro, me gusta porque me crié en ello. Desde Montealea se puede ver el mar, concretamente la playa de Vega, aunque también tira mucho el aire", cuenta este propietario de un centenar de vacas de leche frisonas. Su padre, Luis Pérez, alcalde pedáneo, fue quien le inculcó la pasión por los animales. "Mi hijo se quedó, pero muchos se fueron porque las fincas, al estar tan pendientes, son difíciles de trabajar", resaltó Pérez. A escasos metros de su cuadra, en La Quintana, se encuentra todavía la carpa de las fiestas de los pasados días 3 y 4 en honor a San Francisco de Asís. El santo cuenta con una capilla del siglo XVIII, de estilo barroco popular, que fue restaurada en 1952 por José Pérez Blanco, "un americano con posibles", según cuenta la vecina Sabina Riestra. Allí se oficia misa cada primer viernes de mes.

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