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Castañas ruinas pero sabrosas

El "veroño" y la falta de agua retrasan la recolección del producto estrella del certamen que se celebra este fin de semana en Arriondas

Hortensia González y su hijo Rafa Peón recogiendo castañas en Huexes. CRISTINA CORTE

Las castañas, fruto estrella del certamen que se celebra este fin de semana en Arriondas, "vienen este año atrasaes y un poquitín más ruinas que de costumbre pero igual de sabrosas", afirma Hortensia González, cosechadora de Huexes, de 68 años. "La culpa es de la seca", explica mientras busca con unas tenazas de madera, para no pincharse, algún oricio en la castañar que tiene a pocos metros de casa. Sus esfuerzos son en vano. "Hasta que no llegue el airón de les castañes y algo de lluvia seguirán verdes sin caer del árbol", adelanta González, ganadora del pasado certamen junto a su hija Charo Peón. Como no tiene intención de volver a casa con su viejo sardu -cesto artesanal hecho con verdascas de avellano en luna menguante- vacío, saca una pértiga "para dimir el fruto vareando las ramas de los cinco castañares para que caiga el fruto" y consigue una suma nada desdeñable de llanisca, ramona y montesina, aunque según reconoce "la más apreciada es la valduna por su sabor y porque pela bien". Como ejemplo pone los 4 euros que llegaron a pagarse en el pasado festival por kilo, frente a los tres que costaban las otras.

Mucho ha cambiado el certamen desde que González acudiera por primera vez, hace 24 años. "Entonces las carpas estaban en el parque de La Llera, no en el colegio", recuerda. "Al principio éramos muy pocos productores. Yo dejé de venir cuando falleció mi marido y lo retomé hace cinco años y me quedé sorprendida porque cada año hay más y mejor producto", explica González, que el año pasado llevó 500 kilos al certamen y los vendió "casi todos".

"Hace tiempo que no se recuerda una cosecha tan menuda", apunta Belén San Martín, vecina de Les Roces. "Dice el refrán que agosto secu, castañes al cestu, pero esta vez no se cumplió", cuenta San Martín, que también echa la culpa de esta situación al "veroño" (una supuesta estación, mezcla de verano y otoño). A esta cosechadora, que el año pasado vendió 200 kilos en el certamen al que acude desde hace una década, le gustan tanto las castañas que, según confiesa, si empieza a comerlas no puede parar "y luego me duele la cabeza". Aunque a la hora de recoger el fruto se modernizó y cambió las tenazas por guantes, hay otras costumbres que mantiene vivas, como la de "hacer una cuerria para que aguanten hasta Nochebuena si no te las comen antes los jabalíes".

Es entonces cuando los erizos se amontonan en un cercado redondo de piedra, de altura variable aunque suele rondar el medio metro de altura, llamado corripa y se tapan con hojas y maleza para dejarlas fermentar, momento en que se separan del erizo golpeándolas con un rastrillo de madera. "Antiguamente las más grandes se usaban para casa y las pequeñas para alimento de ganado", Rosa Longo, de Fresnidiello, que este año tenía casi 60 kilos para llevar al certamen pero "por problemas de vértigo" rechazó la candidatura a última hora. "Antes quitaban mucha hambre y eran un pilar básico de la nutrición, ahora simplemente se usan como aperitivo", relata.

Asadas, al horno y especialmente cocinadas sobre la chapa de la cocina de leña "todas están buenas", comenta esta cosechadora, presente en el certamen casi desde sus inicios. Su mañana con la repostería es tal que no duda en hacer una tarta de bizcocho o mermelada cuyo ingrediente principal es, claro, la castaña.

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