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Torañu, marcado por el tren

El ferrocarril ha imprimido carácter al lugar y empleado a muchos vecinos, que ahora ven cómo en verano se multiplican los turistas

Javier Raigoso junto a su mujer, Pilar Quesada. CRISTINA CORTE

De críos Ángel y Manuel Quesada jugaban junto a las vías en Torañu a imitar a los trabajadores del ferrocarril, que en mayo de 1903 había llegado a Arriondas. El primero quería ser maquinista y el segundo, fogonero. Su sueño se hizo realidad al llegar a la edad adulta y juntos hicieron el primer viaje de Oviedo a Llanes en un tren de vapor, que más tarde fue sustituido por una máquina diesel que hizo innecesaria la figura del fogonero y motivó que Manuel se fuera a Alemania en busca de nuevas oportunidades.

"Daba empleo a siete fijos en plantilla y en verano otros tantos para arreglar y limpiar las vías", explican estos dos vecinos de Torañu, perteneciente a la parroquia de Margolles, que aún hoy viajan gratis en tren. La imponente estación en la que vivió el capataz Alfredo Sánchez sigue hoy habitada y en funcionamiento. Junto con el ferrocarril, la única manera de acceder al pueblo es por un kilómetro de estrecha carretera que enlaza con la N-634. No siempre fue fácil acceder al mismo.

Cuando Javier Raigoso aterrizó en el barrio de El Fogu en 1960 tras contraer matrimonio con Pilar Quesada, la única manera de llegar era cruzar el Sella en una balsa con cable situada en el pozo del Barcu. "La mitad del puente desapareció en 1936 con una riada y tardaron más de 30 años en arreglarlo. El pueblo pagaba anualmente por sus servicios a un barquero que transportaba incluso carros y ganado. Los de fuera pagaban una perrona por cruzar", afirma Ángel Quesada.

Una de las mejores vistas del Sella a su paso por Torañu, donde antiguamente había un coto salmonero en el que destacaban pozos como La Cueva, El Puente, La Cantera o La Llosa el Abuelo, es desde la capilla dedicada a Santa Catalina de Alejandría, de estilo barroco y restaurada en el siglo XX. Aunque su santo es el 25 de noviembre, los vecinos celebran una fiesta, con verbena incluida, en su honor el 20 de agosto. "Cambiamos la fecha del santo para que no llueva", bromea Mariluz Revilla.

La capilla, en su origen, pertenecía a otro edificio histórico, el palacio de Torañu, propiedad de los Asón-Uría, renovado en 2011 y destinado desde entonces a alojamiento turístico. A pocos metros se encuentra la arqueta para recogida de agua del manantial de Ordiera "rica y fresca", renovada en 2012 gracias al esfuerzo vecinal, con una capacidad de 6.000 litros y un coste de 15.000 euros. Junto a la arqueta se encuentra un bebedero en desuso.

"De las 40 viviendas sólo hay 13 habitadas de continuo, pero en verano esto se anima mucho gracias al turismo", explica Manuel Quesada, que vive en el barrio de La Fuentina, desde donde disfruta de grandes vistas de Cuana y del pico de La Corona. "Aquí tienen su residencia vacacional vascos, ingleses... Ahora hay 4 viviendas en venta y muchas tenadas y cuadras están siendo arregladas para residir", explica Pilar Quesada, consciente de que el pueblo gestado al calor del "chacachá del tren", avanza a toda máquina.

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