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Villar, una ventana abierta a los Picos

Por la soleada localidad, situada en la falda del Sueve y con grandes vistas, pasan la "ruta de los gamos" y el camino más corto para subir al Pienzu

Por la izquierda, Consuelo Redondo, Francisco Carús y Carmen Redondo, con "Golfo", ayer, junto a la capilla de San Antonio, en Villar de la Cuesta. C. CORTE

La veintena de vecinos que reside en Villar de la Cuesta puede presumir de tener una de las mejores vistas de los Picos de Europa junto a la fuente de El Llugar, recientemente restaurada por una vecina. Y no sólo eso. También de ser uno de los pueblos más "soleyeros" del concejo.

Según cuenta Carmen Redondo, que con 35 vacas casinas es una de las tres ganaderas que quedan en el pueblo, la niebla pasa de largo por la localidad, situada a 370 metros de altitud y perteneciente a la parroquia de Cofiñu, para instalarse en Huexes y Fíos. Este especial microclima es celebrado por su marido, Francisco Carús, quien no solo comparte nombre y apellido con su padre de 80 años y su hijo de 23 sino también el amor por la tierra que lo vió nacer. "No hay nada más guapo que perderse por estos caminos repletos de tranquilidad con el único sonido de fondo de los cencerros", explica Carús, cuya familia lucha por no dejar morir las tradiciones.

Con la firme disposición de disfrutar de chorizos caseros, el benjamín de la casa convenció al resto y, después de más de 20 años, se volvió a hacer matanza en el barrio de La Capilla. Vecinos y amigos se reunieron hace pocas semanas para degustar la tradicional sopa de hígado y recordar a los que ya no están, como el infatigable Ángel Abarca, quien les enseño que a cada paso que daban el monte Sueve tenía un nombre distinto que era importante conocer por si había un animal herido, para encontrarlo con mayor rapidez.Y aún hoy, cuando bajan por El Potril y ven la piedra en la que, según este ganadero, "mejor asentaba el pie de todo el monte", tienen palabras de agradecimiento para él. A pocos metros de su casa se encuentra la capilla de piedra en honor a San Antonio, construída en el siglo XVIII y de estilo barroco popular, aunque restaurada en el XX. En ella se dice misa cada 13 de junio y después se saca al santo en procesión hasta Casa Cueto, última vivienda de la localidad en dirección a Cofiñu, donde antaño Manolo Cueto daba a los más pequeños cigarrillos a escondidas a pocos metros del río Caín.

Hace más de 40 años un acordeonista y un gaitero amenizaban la fiesta de San Antonio, según recuerda Francisco López, quien presume de un pueblo "con una carretera bien hormigonada y con alumbrado público recién estranado". López explica que el desarrollo demográfico ha sido favorable, pues hace 20 años había sólo ocho habitantes.

Este residente del barrio de La Quintana de Abaju conoce al dedillo la "ruta por la tierra de los gamos", que entra por Pandiellu y acaba por Villar de la Cuesta. La senda atrae cada año a decenas de turistas, independientemente de la estación del año, que llegan con el objetivo de avistar esta especie, introducida en los años 60 del pasado siglo y que habita en las vaguadas en torno a los picos Miruellu y Pienzu. Aunque al picu Pienzu, situado a más de 1.100 metros de altitud, se puede llegar por el Fitu o por Cofiñu, la ruta más corta para alcanzar la cumbre, explica López. Otro de los motivos de orgullo de este vecino son las tres fuentes del pueblo. Además de la de El Llugar y una junto a la capilla, a la entrada de la localidad, a pocos metros del río Fonfría, está el lavadero de La Llera, cuya agua baja del Sueve y mantiene la frescura independientemente de la estación.

La traída de agua llega a las casas procedente del río de Fonfría, aunque la mayoría de vecinos ha optado por una traída particular. El saneamiento es una de las cosas que más echan en falta los residentes, que mantienen la tradición ganadera, y de abril a octubre suben las reses al Sueve ayudando a conservar los caminos.

Y como no sólo de vacas vive el hombre, muchos vecinos bajaban antaño los sábados, en un par de autocares, a vender sus productos de la huerta en el mercado de Arriondas. Las erías del pueblo que áun permanecen cultivadas han cambiado en su mayoría el maíz y la patata por malhojada para el ganado. Tampoco faltaron artesanos en el lugar, que cuenta con ocho hórreos en buen estado. Vecinos como el fallecido Ignacio Álvarez hacían madreñas y astas de guadaña por encargo en su bodega, y éste era conocido en los alrededores por su habilidad para trabajar el nogal y el cerezo.

Con Cofiñu mantienen una estrecha relación los residentes de Villar. Allí bajaban los pequeños a la escuela, caminando, y los mayores a alternar y echar la partida en un par de chigres ya cerrados. Las fiestas, con gramófono incluido, bajo el hórreo de Cofino y el baile en el bar Peninsular por Santa Lucía congregaban a gente de muchos pueblos de Parres.

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