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La Piloña que se apaga

Jorge Forcelledo cuida la casa que heredó en Les Felgueroses de su tía, la última vecina de un pueblo que hace medio siglo llegó a tener 60 habitantes

Forcelledo, en el antiguo camino real sobre el que se edificó una vivienda. LUCAS BLANCO

Hay quien dice que cincuenta años no son nada, pero en algunos casos suponen un periodo de cambio radical para la vida cotidiana de todo un pueblo. Prueba de ello es lo ocurrido en el núcleo rural de Les Felgueroses, en el concejo de Piloña, donde a mediados de los años sesenta del siglo pasado había 60 vecinos y a día de hoy sus caminos son más bien los de un pueblo fantasma durante la mayoría de los 365 días del año.

Esta localidad situada a apenas diez minutos por carretera de Infiesto no consiguió adaptarse a la vida rural moderna y en cuestión de medio siglo ha visto como una decena de casas cargadas de vida pasaron a quedarse vacías y convertidas en segundas residencias destinadas al turismo y estancias de fin de semana.

Testigo de esta evolución ha sido Jorge Forcelledo, natural de este pueblo, pero que a lo largo de su vida vivió en distintos puntos de la región hasta trasladarse a Infiesto, donde reside actualmente, después de un largo periplo motivado por los motivos laborales de su padre. Un círculo vital que cerró hace unos años cuando recibió en herencia una casa de su tía, que fue la última persona en hacer vida diaria en Les Felgueroses. "Puede decirse que ella fue la última vecina del pueblo", comenta.

Forcelledo recuerda una infancia feliz en Les Felgueroses, en la que buena parte de la población estaba compuesta por jóvenes. "De los 60 vecinos, la mitad teníamos entre diez y veinte años más o menos", explica acerca de unos jóvenes que entonces iban al colegio al vecino pueblo de El Piñuecu hasta que fueron posteriormente reagrupados en la vieja escuela de Vegarrionda.

Del mismo modo, señala que al ser un pueblo pequeño de unas diez casas y al haber tantos vecinos, cualquier actividad comunal suponía todo un acontecimiento con aires festivos. "La época de mayar la sidra era toda una celebración", cuenta con nostalgia este piloñés que ahora se tiene que conformar con compartir esos recuerdos con los habitantes de entonces que todavía siguen yendo los fines de semana o en los periodos vacacionales. "Por el verano, con un poco de suerte, podemos juntarnos unos 15 ó 16", apunta Forcelledo. Él, sin embargo, se acerca casi a diario a la localidad a atender su segunda residencia o trabajar en la huerta en determinadas temporadas.

Preguntado por los motivos del despoblamiento de Les Felgueroses, este miembro de la generación del "baby boom" no tiene dudas: "Tan sólo un par de vecinos podían vivir de las vacas y el resto tuvieron que buscar una salida laboral en otro sitios". Concretar que la gran mayoría de la gente del pueblo se trasladó a Gijón, Oviedo, Infiesto e incluso al extranjero. "En los años sesenta fueron varios los que se fueron a Bélgica en busca de trabajo", indica.

Pese a todo, este éxodo rural que terminó por vaciar la localidad no ha impedido que las casas presenten un aspecto envidiable hasta el punto de que se encuentran tan mantenidas como si estuvieran habitadas. "Se hicieron muchas rehabilitaciones y la gente dedica mucho tiempo a tenerlas cuidadas cuando viene", relata Forcelledo mientras hace un recorrido por el pueblo y muestra cómo una parte del antiguo camino real pasa por debajo de una vivienda. "Por aquí pasaban hasta carros del país", comenta.

No obstante, también hay aspectos que el tiempo y la marcha de vecinos se ha llevado consigo. Las labores del campo son nulas y se han perdido prácticas como moler el maíz y parte del patrimonio etnográfico. Es el caso de un viejo hórreo del pueblo cuya propiedad compartida e incluso desconocido llevó a desplomarse recientemente por falta de mantenimiento. "No se sabía muy bien quienes eran sus propietarios y la falta de un acuerdo para repararlo se lo llevó por delante a pesar de tener unos materiales buenísimos", explica el piloñés, que sólo ve una remota posibilidad de revertir esta situación mediante el turismo. "Si se mejorase la carretera a Caso este sería un excelente lugar para pasar el tiempo libre", añade.

El de Les Felgueroses no es el único caso de pueblos despoblados en esta zona, pues, sin ir más lejos, a finales de 2013 se supo que el pueblo abandonado de El Argayo, en la cercana parroquia de La Marea, estaba deshabitado y se había puesto a la venta por una agencia de Galicia por un precio de 265.000 euros.

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