La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cabraleando

Hace unos días, viajé a Panes y no me resulto nada extraño, puesto que en la Capital peñamellerana siempre me sentí como en mi propio terruño, a más abundamiento, cuando te encuentras con amigos que te recuerdan tiempos pasados, -más los que vas conociendo de aquella para acá- como el amigo Toño, gerente de la Cafetería Covadonga.

En primer lugar, me estoy refiriendo a Emilio Balboa y Pepín Villar amigos Taxistas -y otros que ya no están- currantes como yo, en la década de los sesenta. En esta ocasión no faltaron comentarios sobre el particular y otros asuntos de aquellos tiempos y de los actuales, como los que nos saca de la chistera mientras nos sirve un aromático café, sobre mis recientes escritos de antaño y de hogaño, el amigo Rugarcía.

Y, se cuenta, amigo Toño, de cuando uno de "los puertos", allá en Sevilla, invitaba a otro paisano a venirse, a lo que este que conocía mejor lo que acontecía por estos lares en aquellos tiempos, donde le habría ido peor por estos "enramadorios", le preguntaba sobre la famosa frase, ya histórica, que resulto ser afirmativa, por el que se venía, y negativa para el que no volvió nunca más.

Y así estamos, en esta primera quincena, de este mes de abril; en una Semana Santa que poco dejo de llover y aunque poco nevó arriba, si bajan nuestros ríos como el día, que dicen que "enterraron a bigotes".

Y aunque somos muchos, los que no vivimos aquellos tiempos casi faraónicos -en cuanto a las tempestades, de antaño se refiere- poco más que en las cuevas y las paredes de nuestras montañas.

Sí recuerdo, algo más recientemente, aunque hace tiempo ya; cuando el tío Donato contaba aquello de la cueva, cuando él o algún otro, o ambos, habían quedado encerrados en la cueva junto con sus cabras, por causa de la nieve.

En aquella encerrona, según decía nonagenario: "la cabra berraba y yo le decía, Siaron Siaron". No sé si seria por abril o cuando, pero la cabra, y el dueño seguro que las estarían pasando canutas; como para que el otro quisiera volver de Sevilla, cuando no habría posibilidad para jugar, a lo que hoy está tan de moda: la política.

Para cuando este escrito, salga a la luz; no sé si antes o después, habrá pasado o no, la Fiesta del Libro y si los políticos habrán salido de su letargo, en cuanto a quién, o quienes gobernarán Asturias.

Abril no es de fiar, por eso el de Bulnes lo tenía claro. Y yo que no soy de lejos, este abril me huele a chamusquina, mientras haya villanos y necios que se empeñen en echar agua a la mar, puesto que en su afán de gobierno, no ven más allá de sus propias narices, tirando piedras a su propio tejado.

Concluyo esta cabraliegada con aires de Peñamellera Baja, que saldrá en la prensa, antes o después del 23 de abril, y lo hago en honor al ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, con un pasaje de lo que aconteció en Sierra Morena y que fue una de las raras aventuras, que en esta verdadera historia se cuenta.

Viéndose tan mal parado don Quijote, dijo a su escudero: "Siempre Sancho lo he oído decir, que el hacer bien a villanos es echar agua en la mar.

Si hubiera creído lo que me dijiste, yo hubiera escusado esta pesadumbre; pero ya está hecho; paciencia y escarmentar, para desde aquí delante. Así escarmentara vuestra merced -respondió Sancho?"

Y como a este plumilla, siempre le gusta terminar, con alguna anécdota suya o ajena, valga para tal fin la de hoy: se trata de la Cámara de Diputados, de ello sabía bastante aquel vasco y español universal, ante la impotencia de un diputado, que decía hablar en nombre de la calle , Pérez de Ayala, que estaba al lado de Unamuno, en la cámara de diputados, le dijo al oído "no de la mía". Toda calle tiene dos aceras, respondió don Miguel.

Cuando uno tiene afán de saber, y es capaz de escuchar, se pueden aprender muchas cosas, digo yo.

Compartir el artículo

stats