La iglesia de San Antolín de Bedón, principal joya arquitectónica del románico en la comarca oriental de Asturias, permanece sumida en el más absoluto abandono, pero el Estado continúa negándose a registrarla a su nombre, pese a que toda la documentación existente (incluidos varios documentos de compraventa) señala con nitidez que es el titular. El edificio, construido en el siglo XIII, es el último vestigio de un monasterio aún más antiguo.

El templo benedictino llanisco, situado en términos de Bricia, aunque adscrito desde su fundación al pueblo de Naves, del que fue parroquia durante siglos, es visitado a diario por decenas de personas. La imagen que se llevan los turistas del lugar es deplorable: la vegetación invade las ventanas y la cubierta (puede verse un pino de casi tres metros de altura en el tejado); los alrededores del templo están cubiertos de excrementos de animales; todas las edificaciones anexas, sin excepción, están en la más completa ruina y presentan pintadas (en una de ellas aún puede verse un escudo y una inscripción del XVIII); y la iglesia presenta humedades en su parte posterior.

La iglesia de Bedón, pública desde el primer cuarto del siglo XIX, amenaza con venirse abajo. Las humedades afectan en el interior a todas las paredes. E incluso las dos puertas del templo aparecen a menudo abiertas de par en par, lo que provoca que entren animales y desaprensivos que han llegado a prender fogatas dentro del edificio. Hace sólo unos días, LA NUEVA ESPAÑA desvelaba que la puerta principal del templo estaba abierta, y el interior, lleno de excrementos de animales. Ante la pasividad de la Administración, uno de los dueños de la finca en la que se enclava la iglesia colocó cerraduras nuevas para evitar daños en el interior.