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Los 107 años de la "güela" de Llanes

Ángeles Martínez Cue, la segunda persona de más edad de Asturias, celebra hoy su aniversario en la cama, donde lleva ya un mes, al sentirse "muy cansada"

Por la izquierda, Áurea Martínez, Pura Cue y Ángeles Martínez, en enero. R. DÍAZ

Ciento siete años la contemplan. Ángeles Martínez Cue nació en Barru (Llanes) tal día como hoy, en el año 1908, el mismo en que vieron la luz, por ejemplo, la escritora francesa Simone de Beauvoir o la actriz Bette Davis, y en el que se puso a la venta el mítico Ford T, el primer automóvil de la historia fabricado en masa. Cuando Ángeles vio la luz por primera vez, aún existían países como Prusia o los imperios austrohúngaro y otomano; faltaban seis años para el estallido de la Primera Guerra Mundial, nueve para la revolución que derrocó al régimen zarista e instauró el comunismo en Rusia y veinte para que Alexander Fleming revolucionara la medicina al descubrir la penicilina. Ángeles Martínez es la persona de más edad de la comarca oriental y en Asturias sólo otra mujer la supera: una castrillonense que nació 284 días antes. Lleva la longevidad en los genes: una de sus hermanas, Áurea, tiene 100 años; otra, Mercedes, ha cumplido 99 y una tercera, Charo, falleció hace unos años con 106.

A diferencia de lo ocurrido en años anteriores, este no habrá celebración en la casa de Ángeles Martínez, porque la barrucana permanece en la cama desde hace un mes. Según su hermana Áurea, otra incombustible mujer que cumplirá 101 años en unos meses, Ángeles está bien, "no tiene nada, sólo que está muy apagada y se cansa". Es verdad que este invierno enfermó -le costaba respirar-, pero la "güela" de la comarca, fuerte como un roble, superó el mal y se recuperó. Hace un mes empezó a quedarse dormida casi continuamente y a pedir cama porque decía que se sentía muy cansada.

Ángeles Martínez, pese a su frágil apariencia, ha podido con todo, hasta con el tifus, que hizo estragos en Barru en 1951. Casi todos los vecinos del pueblo resultaron afectados, pero Ángeles no, según solía decir, porque San Roque, por quien los vecinos de la localidad sienten devoción, la libró. De su fortaleza da cuenta que ha superado un infarto y una angina de pecho que sufrió hace un decenio, y la rotura de un fémur dos años antes, a causa de una caída.

Su cabeza sigue funcionando a la perfección, según aseguró ayer su hermana Áurea, y lo único que le falla, aparte de las fuerzas, es la vista. Lo compensa con un oído extraordinario, que le permite conocer a todos sus familiares con solo oírles hablar.

Ángeles Martínez ha vivido siempre en Barru, y siempre en el barrio de El Corral, donde también encontró al amor de su vida. Porque el que fue su marido, Manuel Cue, fallecido hace más de treinta años, vivía en la casa de al lado, así que cortejaban a diario; ella, desde su ventana o sentada "en suelu", y él, en un "pegoyu", justo al lado, o "engoláu" en la columna que separaba los dos edificios. Se pasaban horas mirándose y hablando de sus cosas. Tanto así que casi siempre había que llamarla para que fuera a comer "a cuenta del dichosu noviu", recuerda a menudo con gracia su hermana Áurea.

Ángeles y Manuel fueron novios casi desde niños, se casaron y tuvieron cinco hijos: Manolo, Pepa, Charo, Pura y María, esta última gemela de la anterior y fallecida hace unos años. Ella habla siempre con pasión de su hombre. "Era muy buenu, muy buenu el maridu míu", repetía en la víspera de un cumpleaños anterior. "Y me quería con locura", añadía la "güela" de la comarca, sentada en su sillón preferido, junto al ventanal de una de las salas de su casa de La Corralada, donde pasaba buena parte del día.

Toda su familia, incluidos sus varios nietos y bisnietos la tienen en palmitas, la miman. Es la "niña" de la casa. Una "niña" a la que los años la han hecho muy friolera y que siempre ha sido muy coqueta, pues hasta que hace un mes tuvo que quedarse en la cama siempre exigía que la sacaran guapa en las fotos.

Presumida sí, pero también muy trabajadora. Ella y su marido fueron pioneros del turismo en Llanes, pues el 5 de julio de 1964 dejaban atrás el ganado e inauguraban el camping de Sorraos, donde el matrimonio y sus descendientes trabajaron -y aún trabajan- sin desmayo.

La idea surgió de una casualidad: un verano dejaron acampar en una finca que tenían junto al mar a unos "melenudos" de Madrid, que quedaron encantados con el paisaje. Ángeles y Manuel se dieron cuenta al instante de que allí había un negocio en ciernes. Se pusieron manos a la obra y al año siguiente abrieron el camping. Ángeles se encargaba de la cocina. Sus especialidades eran la ensaladilla rusa y la paella de marisco. Primero, la acampada se limitaba a un pequeño prado, pero con el tiempo la familia adquirió otros veinte. Y no fueron más porque ya no había expansión posible. El negocio sigue en manos de los Cue-Martínez, pues ahora lo llevan las hijas y los nietos de la matriarca.

¿Cuál es el secreto de la longevidad de esta familia? Áurea siempre subraya que todas las hermanas se criaron "con sidra", porque su familia recogía mucha manzana. Aún hoy, la centenaria bebe sidra siempre que la ocasión lo requiere. Y acompaña la comida del mediodía con un vaso de vino. A diferencia de Ángeles, que desde hace años sólo puede comer a base de purés, Áurea sigue comiendo "de todo", incluso pote y cordero.

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