Parecen soplar aires nuevos por esta comarca tras las pasadas elecciones municipales. Aunque mantengo la sana costumbre de desconfiar por sistema de todo lo que dicen los políticos, he recibido con agrado las manifestaciones de la actual responsable de Cultura del Ayuntamiento llanisco en relación con el problema del monasterio de San Antolín. Esta joya de la arquitectura religiosa del siglo XIII, casi única en su género, se encuentra en un estado de lamentable abandono desde hace mucho tiempo, situada en una especie de limbo legal que ha facilitado que las distintas administraciones se desentendieran de ella y, por lo tanto, su lenta pero progresiva degradación. Ningún político ha mostrado la menor preocupación por esta maravilla histórica, y tengo para mí que tal desinterés se debe no sólo a los problemas legales que pueda generar su gestión, sino a su falta de "valor electoral". Porque, seamos sinceros, todo lo que hacen y dicen los que están en política tiene un objetivo claramente electoralista, aunque ellos lo nieguen una y otra vez. Y San Antolín de Bedón apenas ofrece réditos electorales, y mucho menos económicos, dignos de tener en cuenta; de ahí la dejadez de determinadas administraciones que, conviene no olvidarlo, están dirigidas por el poder político. Y así, mientras se les prestaba enorme atención y se consumían recursos de todo tipo en tonterías que podían traducirse en votos, se ninguneaba algo tan importante como la preservación del patrimonio histórico artístico de todos los españoles.

Hace ya bastantes años, hallándome en San Antolín, una pareja de turistas con la que coincidí se pasmaba ante el abandono en que se encontraba (y todavía se encuentra) el monasterio. Me comentaron que era imposible que en su país, Inglaterra, una joya arquitectónica de tal valor estuviera tan degradada; y se sorprendieron y escandalizaron, a partes iguales, al saber que semejante situación se prolongaba largos años en el tiempo, mientras las distintas administraciones se "pasaban la pelota" unas a otras sin tomar ninguna medida concreta. Tomaron varias fotografías desde diversos ángulos, mientras no dejaban de menear la cabeza y de repetir que aquello era una vergüenza. Y, ¿qué quieren que les diga? Como español, yo también me sentí avergonzado ante la imagen que el deterioro de San Antolín ofrecía, y aún ofrece hoy día, a los extranjeros que nos visitan.

Por suerte, da la impresión de que las cosas están cambiando para mejor. Así parece desprenderse de las palabras de la responsable de Cultura del Ayuntamiento. Al menos, ha expresado su preocupación por el tema, barajando posibles soluciones al mismo, que es más de lo que sus antecesores hicieron. Esperemos que la cosa no se quede en una simple declaración de intenciones, porque San Antolín de Bedón lleva ya demasiado tiempo esperando una solución.