La Blanca regresó ayer a su capilla, en el barrio al que le da nombre en la localidad llanisca de Nueva. Lo hizo acompañada por una multitud de aldeanas y feligreses y en una procesión en la que también marcharon los tres ramos de la fiesta.

La comitiva salió de la iglesia parroquial bajo un sol de justicia tras la misa que ofició el párroco local, Domingo González. Vecinos y visitantes despidieron a la Virgen entre cánticos, antes de que se subastara el roscón grande a la entrada del hotel de Don Tomás. El resto del ramu se vendió, a excepción de los últimos trozos que se regalaron y del ramu dulce, que se entregó a los más pequeños de la fiesta. La jornada matutina finalizó casi entrada la tarde con la sesión vermú y la danza tradicional que, como describió Severo Martínez, colaborador de la comisión de festejos, se parece a la de San Juan pero nada tiene que ver con ella.

La música y el baile están muy presentes en la fiesta de La Blanca, ya que la Virgen fue conducida a la iglesia parroquial la noche anterior en una procesión nocturna con muchos cánticos, aplausos e incluso fuegos artificiales, un emotivo ritual que finaliza con el himno de Asturias. La jornada de ayer también contó con folclore, pues unas sesenta personas deleitaron a los presentes por la tarde con una demostración de bailes de la zona.