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Los Altares, un palacio en el olvido

El historiador José Manuel Rodríguez Hevia aboga por "salvar" el edificio llanisco, en ruinas, declarándolo bien de interés cultural

De arriba abajo, la fachada posterior del palacio, hacia 1887; la fiesta de la Salud en Los Altares, hacia 1890; y el palacio y la capilla. DANIEL A. FERVIENZA

"Salvar el palacio de Los Altares", en Pancar (Llanes), es el objetivo que pretende alcanzar el historiador e investigador de la arquitectura indiana José Manuel Rodríguez Hevia. La "gran importancia" de este edificio, uno de los escasísimos ejemplos existentes en Asturias de palacio urbano levantado en una zona rural, obliga, según el historiador, a una acción inmediata, que debe pasar inexcusablemente por la declaración como bien de interés cultural (BIC) tanto del palacio como de su capilla y por la protección de los escasos restos del, en otro tiempo, impresionante edificio.

Rodríguez Hevia, natural de Argüelles (Siero) y residente en Noreña, aunque vinculado a Llanes desde su juventud, ha logrado recomponer la historia del palacio, pese a que apenas existe documentación y de que ni siquiera se sabe si los papeles de la familia propietaria del inmueble existen aún o se quemaron en el incendio que lo destruyó en 2003.

El histórico edificio de Los Altares se levanta en el arrabal de La Carúa y toma su nombre de los montículos que salpican la finca en la que se enclava, con forma de altares. El terreno pertenecía a la familia Inguanzo, con raíces en Cabrales, al menos desde el 11 de febrero de 1756, cuando se fundó el mayorazgo.

Encargó la construcción del palacio Pedro de Inguanzo y Porres, primer marqués de Los Altares, diputado a Cortes, senador del Reino vitalicio y sobrino del Cardenal Inguanzo, en junio de 1860, precisamente con motivo de su nombramiento como senador, al arquitecto más prestigioso de aquel Madrid, Severiano Sainz de la Lastra.

Ocho años y noventa mil duros (450.000 pesetas o 2.705 euros, una fortuna para la época) costó levantarlo. Buen ejemplo del elevadísimo coste del palacio es que el Ayuntamiento de Piloña, construido en la misma época, costó "sólo" 175.000 pesetas (1.052 euros). El periódico "El Faro Asturiano" daba cuenta en 1862 de la construcción del "grandioso palacio", uno de los "primeros de Asturias por su solidez y bella factura". Rodríguez Hevia subraya que la publicación no exageraba, pues el palacio fue una "obra monumental", un edificio de planta rectangular, con dos pisos, abuhardillado, de estilo clásico isabelino, que destacaba por su sobriedad y su escasa decoración, y que tenía el escudo del marquesado justo encima de la puerta principal.

"El palacio llamó mucho la atención de los viajeros del siglo XIX por su monumentalidad" y por su apariencia "más urbana que rural", señala el historiador. El fallecimiento de Pedro de Inguanzo y Porres, en 1876, provoca un pleito por la sucesión del marquesado, que tuvo que resolver la Audiencia de Madrid. Fue declarada heredera María de la Consolación Porres y Mendoza, marquesa de Canilleros, emparentada con los Bernaldo de Quirós. El palacio permaneció en manos de esta familia hasta 1995, cuando, en plena vorágine urbanística, fue vendida a un contratista de Mieres, que propuso conservar el palacio y construir chalés en la finca, de 70.000 metros cuadrados de superficie.

Los problemas urbanísticos que afectaron a Llanes -todos sus planeamientos han sido anulados por los tribunales de justicia-, impidieron la urbanización de la finca. En 2003 un incendio destruyó el palacio y dejó en pie únicamente las paredes. Tres años después, la construcción de la variante de Llanes partía en dos la finca de Los Altares, lo que llevó en 2009, al propietario a encargar un plan parcial y a plantear que se respete la parte de la finca, en la que se enclava el palacio, y construir los chalés al otro lado de la circunvalación.

Esta propuesta recibió los parabienes, incluso, de personas y colectivos contrarios a la política urbanística del Ayuntamiento, entonces en manos del PSOE, pues abogaba por reconstruir el palacio como auditorio y sanear la finca y recuperar su jardín botánico, que cuenta con numerosas especies. A Rodríguez Hevia le parece "bien" esta solución, siempre que se respete "el entorno del palacio y la capilla".

La capilla, dedicada a Nuestra Señora de la Salud, con muchos devotos en Cabrales, es de estilo neoclásico y fue construida en 1830 por encargo del Cardenal Inguanzo. Juan Miguel de Inclán Valdés fue el arquitecto y los hermanos Bernot los decoradores. La imagen de la Salud, rafaelesca, fue traída de Roma por el Cardenal Inguanzo en 1831.

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