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Colunga, turistas al vuelo de la historia

Un experto en aviación propone recuperar el aeródromo republicano de Sales, del que se conserva buena parte, e incluso convertirlo en atractivo turístico

Sobre estas líneas, José Antonio Chicharro delante de las antiguas oficinas del aeródromo. A la izquierda, las viviendas de los pilotos. P. M.

Colunga podría llegar a pescar los turistas "al vuelo" si la propuesta del experto en aviación José Antonio Chicharro Villar se hiciera realidad. Se trata de recuperar el aeródromo republicano que se construyó en Sales entre septiembre y octubre de 1936 y del que todavía se pueden seguir rastros como la pista, las oficinas, las viviendas de los aviadores o las cuevas que se comunicaban con el hangar.

Nacido en Madrid, Chicharro Villar vivió su niñez en Carrandi, de donde era natural su madre. Fue piloto comercial e instructor de vuelo y es un apasionado de los aviones antiguos. Defiende que, "al menos, se adecente y señalice, que se haga un pequeño recorrido para mostrarlo". Esto sería, en su opinión, la intervención "mínima" que las administraciones deberían hacer en una infraestructura con esta solera histórica, aunque también ve viable habilitarlo como campo de aviación, crear un aeroclub con cantina e incluso un museo en el que exhibir piezas de la época. Una mínima rehabilitación no requeriría, describe, "grandes inversiones", y sería además, a su juicio, un atractivo turístico para todos aquellos amantes tanto de la aviación como de la época de la historia en la que el campo colungués tuvo actividad.

Yendo más allá, Chicharro asegura que si se habilitara como campo "de aviación general" atraería a un colectivo que tiene, además, un elevado poder adquisitivo. Se ha calculado que el visitante que llega en avioneta gasta diez veces más que quien llega en coche, unas cifras bien apetitosas para cualquier concejo. Al aeródromo se llega por la carretera que va de Colunga a Pernús, pero el ojo no experto no diferenciará lo que fueron las oficinas, la cocina y las viviendas de los aviadores.

Mirando de esta parte hacia la autovía se ve lo que fue la pista, "de unos 1.000 metros de longitud y 250 de ancho", una infraestructura de la que el investigador del Ministerio de Defensa Roberto Pando Rozada ha calculado que se podría aprovechar un ochenta por ciento. En ella podrían aterrizar los aviones de particulares como José Antonio Chicharro, quien destaca además que "no perjudicaría en absoluto al medio ambiente", pues la intervención necesaria es mínima. Al otro lado de la pista, por donde hoy discurre la autovía, estaba el hangar, que no llegó a terminarse y que la misma obra se llevó por delante. Este hangar comunicaba con cinco cuevas que todavía hoy se pueden ver.

En esta misma zona construyeron "una plataforma de hormigón donde estaban instaladas las ametralladoras de defensa", describe Chicharro. El aeródromo de Sales fue creado por el ejército republicano, que tenía en Asturias otros de referencia como Carreño, Llanes -ahora convertido en campo de golf-, Pola de Siero o Infiesto.

En Colunga hubo dos escuadrillas de cazas integrados por los modelos "Polikarpov I-15" (más conocido como "chato") y "Polikarpov I-16" (más conocido como "mosca"). Ambos eran aviones rusos y los "I-16" se caracterizaban, además, por ser muy rápidos. Uno de estos aparatos fue pilotado por el mexicano Francisco Tarazona Torán, quien en su libro "Yo fui piloto de caza rojo" hace numerosas alusiones al tiempo en Sales y en Asturias. Cita, por ejemplo, a su novia "Churri", con quien se encontró en un homenaje que hicieron a los pilotos republicanos en el teatro Dindurra en octubre de 1937.

El aeródromo vivió su mayor actividad cuando el 23 de agosto de 1937 los aviones republicanos tuvieron que abandonar Santander por la progresión de las tropas nacionales. Este periodo fue breve, ya que "a finales de agosto se acaban las operaciones en Colunga", describe Chicharro, no sin olvidarse de que el 15 de septiembre volvieron a utilizarlo porque no podían ir a Carreño. Esto volvió a suceder en alguna otra ocasión, aunque para el 12 de octubre los nacionales ya habían entrado en Villaviciosa, por lo que Colunga y su aeródromo republicano también quedaron bajo su mando. El aeródromo se sumió en un olvido en el que permanece y a Tarazones le sonrió la suerte, pues su avión resultó seriamente dañados en un duro combate y tuvo que lanzarse en paracaídas desde 4.000 metros. Cuando despertó estaba siendo evacuado en un barco hacia Burdeos.

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