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Pili creó escuela en Cangas

"Nunca creí que me quedaría aquí", cuenta la profesora zamorana, que ejerció en la zona rural desde los años 70 y fue testigo de su progreso

Pilar Rodríguez, en Cangas de Onís. J. M. CARBAJAL

La de Pilar Rodríguez es toda una vida dedicada a la enseñanza en la escuela rural: primero en Somiedo, en el Suroccidente, a principios de la década de los 60, y después, durante 35 años, entre Jelgueres y Labra, en el concejo de Cangas de Onís. Para unos "Pili la Maestra", para otros "Pili la de Ramonín", esta zamorana de nacimiento es canguesa de corazón, pues reside en la vieja capital del Reino de Asturias desde hace más de cuatro décadas.

A Pili se le vino el mundo encima cuando "descubrió" su primer destino profesional, tras finalizar la carrera de Magisterio que había estudiado en Zamora. Dejó las llanuras castellano-leonesas para adentrarse en la zona de Somiedo, pues le tocó Clavillas, una pequeña aldea de la parroquia somedana. En aquella época no había acceso rodado para llegar a esa pequeña localidad, por lo que la línea de autobús la dejaba a casi 3 kilómetros de distancia del pequeño pueblo, un tramo que debía hacer andando por una caleya o bien a lomos de un burro de alguno de los vecinos. Tampoco existía agua corriente en las viviendas, ni mucho menos baños o aseos.

"Creo recordar que daba clases a tres niñas y un niño", explica Pilar, rememorando aquel curso en Clavillas, un lugar del que no tenía ninguna referencia y donde se sentía extraña, pues le costó mucho trabajo ganarse la confianza de los escasos vecinos. "Era gente muy reservada", afirma. Impartía las clases a los alumnos en la cocina de la denominada casa de la maestra, en tanto el calor de la combustión de leña hacía más agradable la estancia en los meses de crudo invierno, con copiosas nevadas y bajísimas temperaturas. Eso sí, en primavera, la improvisada aula, a falta de escuela, era una cuadra colindante, previamente acondicionada.

En autobús a Oviedo

Aprovechaba los fines de semana para acercarse en autobús a Oviedo, algo así como dos horas de trayecto de ida y otras tantas de vuelta. Se alojaba en una pensión en la capital asturiana durante esas escapadas. Concluido aquel curso, el siguiente destino laboral fue Helgueras (Jelgueres), en término municipal de Cangas de Onís. Nada más cruzar el Pontón rumbo a la ciudad canguesa pensaba que la estancia iba a ser corta, para continuar su trayectoria profesional en Zamora. Sin embargo, tras superar la morriña de los primeros meses, aconteció todo lo contrario: acabó echando raíces en Cangas de Onís, toda vez que conoció al hombre de su vida, el empresario del sector de la construcción José Ramón Fernández Fuentes, con quien está a punto de cumplir 45 años de feliz matrimonio. Se casaron en Benavente. "En realidad, nunca había pensado en quedarme en Cangas, pues siempre creí que sería una estancia temporal. Y mira por donde, los años que llevo viviendo aquí", asevera.

A Pili la Maestra no se le olvidan las largas caminatas cotidianas desde el barrio de El Fondón -estaba hospedada en una pensión-, en el corazón de Cangas de Onís, lloviese, nevase o luciera el sol, hasta el núcleo rural de Jelgueres a través de "El Rigüetu", con posterior retorno. La escuela estaba ubicada en el interior de una vetusta capilla, habilitada en el pueblo para los menesteres educativos. La matrícula estudiantil rondaba los cuarenta niños.

Dos cursos ejerció en Jelgueres, de donde puso rumbo a la Escuela de Labra, otro pueblo de Cangas de Onís, en la que impartió docencia durante 33 años, hasta que se jubiló. Cuando asumió ese destino tampoco disponía de baños. Fue a principios de la década de los 70, tras mucha insistencia, cuando el entonces alcalde José Luis Pérez atendió la reivindicación y propicio que dispusiesen de aseos. En aquel momento había en torno a 25 críos y crías en la citada escuela. "Me siento realizada. Siempre mantuve, y aún mantengo, muy buena relación con los alumnos y también con sus padres. Y encantada de vivir en Cangas de Onís", asegura Rodríguez, que tiene dos hijos, Susana y Ramón -este último vinculado, como su padre y su abuelo, al gremio de la construcción-, así como un nieto, Dimas, de 7 años, su ojito derecho.

Hace unos meses, Pili Rodríguez recibió un reconocimiento público por parte de la Concejalía de la Mujer del Ayuntamiento de Cangas de Onís, enmarcado dentro del Homenaje a las Mujeres Canguesas por su aportación a la sociedad. Junto a Pilar también fueron homenajeadas en esa oportunidad María Leontina Prieto de la Roz y Mercedes González Méndez. Gran parte de su tiempo lo dedica, en calidad de vocal, al Programa "Tiempo Propio", desarrollando multitud de talleres para mujeres de más de 50 años de edad. El Taller de Memoria y la Tertulia Literaria también ocupan parte de sus horas de ocio. Y es que aprovecha el tiempo al máximo, llena de vitalidad.

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