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Un cantero que no conoció el paro

"Nunca tuve vacaciones", sentencia Narciso Santiago Cardín, que asentó los famosos leones de Covadonga e instaló más de mil chimeneas en toda Asturias

Narciso Santiago Cardín Pérez, en Cangas de Onís. J. M. CARBAJAL

Hablar de trabajar la piedra en Cangas de Onís es hacerlo de Cardín, un hombre que dedicó más de medio siglo de vida a atender infinidad de encargos con ese material. "Nunca dejé de tener trabajo; nunca estuve en situación de desempleo ni sé lo que es cobrar el paro; y nunca disfruté de unas vacaciones, hasta hace poco", dice Narciso Santiago Cardín Pérez, considerado como uno de los mejores canteros y artistas de la piedra de la zona.

"Cardín el de la Piedra", 70 años, siempre fue un empedernido currante. No llegó a completar la Primaria, pues se introdujo en el mercado laboral a los 14 años, en Fresnidiello (Parres), de pinche de los albañiles Milio y Carlos Toraño. Poco tiempo después, a los 16, pasó a trabajar en la cantera El Pasón, en Sevares, sacando piedra para las obras que se llevaban a cabo en Covadonga. Desde su casa al tajo iba caminando, algo así como hora y media de ida y otro tanto de vuelta.

A principios de la década de los 60, Covadonga estaba en plena ebullición en cuanto a construcción de nuevas casas de canónigos y reformas varias, incluyendo la explanada del Chorrón de la santa cueva. Allí fue Cardín, contratado por la empresa adjudicataria. Cambió su pueblo de Fresnidiello por la Fonda Inguanzo, en Cangas, donde permaneció doce años hospedado, después estuvo en la pensión "El Chofer".

Para trasladarse a Covadonga cogía la línea de Autocares Mento. El santuario mariano fue durante bastante tiempo su centro de trabajo, "puntelando" infinidad de metros de piedra. Incluso tuvo el honor, entre otras tareas, de ser uno de los especialistas que se encargó de asentar los famosos leones -traídos desde Betanzos- de mármol de Carrara a la entrada del real sitio, tras reubicar los antiguos pilonos en El Repelao, en tiempos del arquitecto Javier García Lomas.

A lo largo de dos décadas formó sociedad con Serafín Vila y Diego Bouzas. Tuvieron, en lo profesional, momentos francamente buenos y otros menos. Al final, tras tornarse las cosas, Cardín decidió ponerse a trabajar por su cuenta, montando en 1993 un taller de cantería dedicado a la decoración en piedra, en las inmediaciones de Les Roces. Trabajó duro, junto a su mujer, Eduvita Rivera -con la que lleva casado 38 años-, y sus hijos -Carlos y Rubén- para sacar adelante el negocio.

Era tal el volumen de encargos que apenas disponía de tiempo libre. Aún más, los fines de semana y festivos -con excepción de Santiago, su onomástica-, los empleó en construir con sus manos su casa, de dos plantas, en Sobrepiedra, con la ayuda de la familia. "Tardé cinco años en edificarla y otros dos más en rematarla", asevera con enorme satisfacción. "Un tío de la mujer, que era de Sellaño (Ponga), me dejó en aquel momento la mitad del dinero que necesitaba para comprar la parcela".

Las canteras de Solís, en Parda y la de Pío, en Sajambre, eran las principales abastecedoras del taller de Les Roces. Años más tarde, gracias a la Feria Internacional de Piedra Natural, Cardín acabó contactando con empresas de India y China para que le suministraran material. "En la India estuve en dos ocasiones; y en China viajé en otra oportunidad", explica. "Era material buenísimo, columnas torneadas? Cuanto más elaborado, más barato. Lo intenté también con unos turcos, pero los precios no me cuadraron". La mercancía la enviaban por barco a Bilbao en contenedores.

Una de sus especialidades fue la instalación de chimeneas. "Habré colocado más de mil en toda Asturias", asevera. En cabañas de Vega la Piedra y en la Vega de Enol, en el parque nacional de los Picos de Europa, instaló algunas. Igualmente hizo cantidad de pegollos en piedra para hórreos. Hasta a tierras caribeñas llegó a enviar alguno. Pero, del mismo modo, llama la atención en su buen quehacer la imagen del Corazón de Jesús en la iglesia de Ribadesella. "Mide 4,90 de alto y pesa 7,5 toneladas", puntualiza. Ahora, jubilado, saca provecho de su gran afición: la cocina. "El sábado, preparé la comida para diez".

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