Las mediciones periódicas de temperatura, humedad y en algunos momentos de los niveles de concentración de dióxido de carbono son las únicas intervenciones que se harán durante el resto del otoño y el invierno en la cueva de Tito Bustillo. Son comprobaciones rutinarias que se realizan para garantizar la correcta conservación de la gruta y, sobre todo, de sus pinturas. En la cavidad se han medido, además, los niveles de radón, un gas que puede llegar a ser peligroso para trabajadores y visitantes. También podría haber presencia humana en Tito Bustillo antes de la próxima reapertura si se registran inundaciones en el río San Miguel, que la atraviesa.