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El colorante no es para niños

La tartracina (E-102) del condimento alimentario puede causar hiperactividad en los más pequeños, como advierte su etiqueta

Un gesto tan cotidiano como condimentar la paella o una sopa con colorante alimentario puede tener riesgo. Y lo peor de todo es que pocos son los que reparan en la advertencia que consta en el propio frasco: "Puede tener efectos negativos sobre la atención de los niños". Hay estudios que relacionan el consumo de esta sustancia, conocida como E-102 o tartracina, está presente en otros productos habitualmente consumidos por los pequeños como zumos y chucherías.

La nutricionista Julia Nofuentes Riera explica que se trata de "un colorante sintético, que se ha observado que presenta problemas en pacientes alérgicos a la aspirina y en la atención de los niños", como indica la propia etiqueta. Añade que "también libera una cascada de histamina, por lo que no es lo más adecuado en pacientes que sufren migraña, por ejemplo".

Por lo que la nutricionista aconseja sustituirlo por cúrcuma, "cuyo efecto mejora, combinándola con pimienta". Argumenta que es más adecuado porque además de evitar los efectos de la tartracina posee "propiedades antiinflamatorias, antireumáticas y parece ser que tiene efectos positivos en el tratamiento de ciertos cánceres". Y si no, siempre está el azafrán de toda la vida, que puede ser una opción saludable para dar sabor y mejorar la presentación de algunos guisos.

La tartracina es un colorante artificial de uso muy común en la industria alimentaria y en Europa se etiqueta como E-102. Lo llevan alimentos tan cotidianos y variados como algunas bebidas, purés, patatas fritas, repostería, sopas instantáneas, helados, caramelos, chicles, mermeladas, caramelos, galletas, aperitivos, yogures, embutidos, conservas o gelatinas. Por lo que los expertos aconsejan fijarse especialmente en la composición de alimento de color amarillo o naranja. Precisamente es el colorante que se suele utilizar para que el arroz adquiera su amarillo característico. No obstante, mezclado con otros colorantes adquiere tonos como verde, rojo intenso y azul brillante.

También se ha descrito que el consumo habitual de alimentos que contienen tartrazina causa cambios en los estados de ánimo, hiperactividad, ansiedad, trastornos del sueño, alergias como rinitis o picazón cutánea y tos espasmódica. Son especialmente sensibles a sus efectos los niños y adolescentes. Según los especialistas, esta sustancia afecta en la conducta de los niños porque, por un lado, desata una reacción alérgica en el organismo que supone la liberación de histamina como respuesta del sistema inmunológico. Pero cuando la tartrazina llega al torrente sanguíneo afecta directamente a las células para que liberen la histamina sin activar al sistema inmune, razón por la que no se manifiestan los síntomas propios de una alergia. Pero sí se evidencian cambios anímicos, irritabilidad, insomnio y ansiedad en los niños. Simultáneamente, actúa en el cerebro alterando los espacios sinápticos y produce síntomas similares como falta de concentración, somnolencia e hiperactividad.

Desde 2007, cuando se desató la polémica tras la publicación de un estudio que asociaba su consumo con el aumento de la hiperactividad en los niños se ha convertido en uno de los colorantes más cuestionados. Procede de tintes derivados de alquitrán de hulla y tiene un parentesco químico con la aspirina. En Noruega está prohibido.

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