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Un museo para el legado de Dionisio de la Huerta

Objetos, cartas y recuerdos del fundador del Descenso reposan en un taller de Gijón a la espera de que Ribadesella les busque hueco

Busto, banderines y folletos de distintas ediciones de la fiesta de las Piraguas.

Dionisio de la Huerta decía que el Sella era "el río más bello de la tierra y del cielo" y a quien conoce su legado no le cabe ninguna duda. El fundador del Descenso Internacional del Sella, que el próximo año cumplirá nada menos que ochenta ediciones, dejó tras de si un riquísimo legado documental que la asociación "Amigos de Dionisio de la Huerta" lleva veinte años custodiando a la espera que tener un Museo del Sella en el que poder compartirlo. Este espacio podría estar un poco más cerca, pues el Ayuntamiento riosellano ha solicitado para tal fin la cesión de los bajos del centro de arte rupestre "Tito Bustillo", una ubicación que el colectivo ve con buenos ojos. Miles de fotografías, carteles, cartas, banderines, matasellos y un sinfín de objetos relacionados con la prueba y la fiesta de Las Piraguas aguardan al visitante en un emocionante viaje por la historia reciente de la comarca del Oriente.

El relato tiene que ver con el deporte, pero también con el extenso tejido social y cultural que De la Huerta hiló alrededor del Sella, del que advertía en una de sus notas manuscritas: "No es un espectáculo/ no es una competición/ no es una fiesta". Las Piraguas eran mucho más que todo eso y el catalán (de ascendencia piloñesa) puso todo su empeño en llevarlas donde él creía que debían estar. La pequeña libreta donde figura apuntada esta reflexión es sólo un grano de arena en la playa que dejó escrita y de la que el presidente de "Amigos de Dionisio de la Huerta", Alberto Estrada, va bebiendo a la par que acrecienta su ilusión por Las Piraguas. La ingente documentación espera por el museo en el taller de cerámica que Estrada tiene en el barrio gijonés de La Guía.

Entre las muchas reliquias que hay destaca el remo de los años treinta con el que Mercurio Martínez (vencedor del Sella en 1967) ostentó el récord en K1 diez años hasta que Herminio Menéndez se lo quitó. El remo es singular, además, por ser uno de los últimos que no tienen los extremos invertidos para aprovechar mejor la inercia del piragüista.

Copas y trofeos conviven con los cientos de cartas que Estrada guarda, algunas expuestas y otras en cajas, y que De la Huerta archivó cuidadosamente, cada envío con su respuesta. Se carteó con importantes personalidades del deporte español, como José Antonio Samaranch (presidente del Comité Olímpico Internacional), y con federaciones internacionales y plasmó su genialidad sobre todo en los pequeños detalles. "Hagamos un Sella hermoso" es sólo una de las anotaciones al margen de la página que el impulsor de Las Piraguas hizo con la única máquina de escribir que empleó en su vida, que también conservan los "Amigos de Dionisio de la Huerta". "Como buen catalán, era una persona muy ahorradora", explica Estrada antes de mostrar la que también fue su única maleta, plagada de pegatinas que fue recopilando en sus viajes por el mundo.

De estos periplos se traía, además, ideas para el Descenso del Sella. "Un año fue a África y vio una manada de cebras que le llamó tanto la atención que se empeñó en traer una para el desfile", narra Alberto Estrada antes de avanzar que, como es lógico, no le dejaron traer al animal en el avión y acabó "comprando un burro y pintándolo a rayas". Otra edición estuvo marcada por las pajaritas de papel que su entonces novia japonesa confeccionaba. Protagonizaron collares, pendientes y hasta el matasellos de aquel año, unas joyas que también forman parte del legado que se podrá ver en el futuro museo. Estrada las guarda en una vitrina de cristal en la que también exhibe el chaleco y la montera que usó Dionisio de la Huerta durante los últimos años, además del billete de tren del último Sella al que asistió, en 1993, dos años antes de fallecer.

Había nacido en el año 1899 y en este mismo expositor se puede ver su partida de nacimiento junto a la fotografía de sus padres. Imágenes tan poco conocidas de De la Huerta como un retrato de juventud o fotografías tan singulares como la del año en que quiso que los políticos asistentes al Sella llevaran un marco colgado al cuello para hacerse las fotos enriquecerán la experiencia del visitante, tanto del apasionado de Las Piraguas como de quien nada sabe de ellas.

También el angloparlante podrá adentrarse en la historia del Sella, pues se conserva el primer cartel que Dionisio de la Huerta trató de traducir al inglés con un estilo libre e inequívocamente propio, cuyo resultado venía a decir: "La fiesta de les Piragües ye una fiesta pistonuda". Unas gafas de cartón con los "cristales" agujereados para poder ver o la tapa de las latas de conserva con un dibujo "sellero" son sólo algunos de los ejemplos que prueban la excepcionalidad del personaje.

Entre los centenares de historias que conserva Estrada está la lista de personas (en la que él mismo figura) a las que De la Huerta reconoció con alguno de los títulos que se inventaba, siempre relacionados con la navegación y el río de su vida. Su amigo Samaranch, por ejemplo, era el primero de los "grandes archigrandesduques honoríficos" que nombró junto a otros colaboradores, mientras que todas las mujeres fueron "sirenas del Sella". Anécdotas aparte, el catalán fue "uno de los hombres sobre los que se asientan los inicios del deporte español", según escribió el también presidente del Comité Olímpico español Carlos Ferrer Salat, quien lo describió además como "un adelantado de su época".

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