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Raúl y Pilita, un matrimonio de Cangas de Onís, mueren con menos de un día de diferencia

La pareja fue enterrada ayer en medio de una impresionante manifestación de duelo

Raúl Nava y Pilita Meana, con sus nietos. Por la izquierda, Andrés, Álvaro, Iris, Miguel, Eduardo y Alejandro. REP. J. M. C.

Raúl Nava Quesada y Pilar Meana Labra pasaron juntos la mayor parte de su vida. Y juntos han querido irse al fallecer con un escaso día de diferencia. Él tenía 80 años y era oriundo de Llordón, en la parroquia de Margolles (Cangas de Onís), donde nació el 11 de enero de 1935. Ella, de 77 años, natural del barrio del Pozu los Llobos, en la actual carretera regional AS-114, a escasos metros de distancia de Cangas.

"Hasta que la muerte nos separe". Éste fue uno de los juramentos realizado, y cumplido, cuando se casaron 56 años atrás -después de casi un lustro de noviazgo- Raúl y Pilar, ésta conocida cariñosamente entre sus convecinos cangueses como "Pilita". Ambos fallecieron en apenas un intervalo de 24 horas de diferencia: Raúl, el domingo, y Pilita, el lunes. La pareja -que residía junta en una residencia geriátrica- luchó en los últimos tiempos de forma enconada contra las enfermedades que ambos padecían siempre rodeados de su familia. Él padecía alzheimer y desde hace 6 años estaba en una silla de ruedas; su esposa falleció de un paro cardíaco. Ambos formaban uno de los matrimonios más estables y respetados de toda la comarca del oriente de Asturias. Fruto del mismo son sus tres hijos: Ana Rosa, Raúl y Roberto Nava Meana, quienes les habían dado seis nietos -Andrés, Álvaro, Iris, Miguel, Eduardo y Alejandro-. La unión familiar siempre prevaleció por encima de todo, transmitiendo esos mismos valores a sus vástagos y descendientes.

Raúl Nava Quesada trabajó durante varias décadas en el gremio de la construcción, especialmente en excavaciones, movimiento de tierras y transportes, en sociedad con Gerardo Suárez Miravalles. Asimismo, ambos emprendedores, fundaron el camping "Sella", localizado en Santianes, en las inmediaciones del área deportiva y del parque municipal de La Concordia, en la misma capital parraguesa. En dichas actividades empresariales sigue firme la estela de ambas familias, tomando el relevo de los verdaderos promotores e impulsores.

Una de las grandes aficiones, en su mocedad, de Raúl Nava fue el piragüismo, llegando a formar parte como palista del Club Los Rápidos-Corisa, de Arriondas, allá a mediados de los 60 del siglo pasado, teniendo de compañeros de equipo a Juan Fernández ("Juanón", también motejado como "El Oso de California"), los hermanos Javier y Pepe Gutiérrez Soto, Juan Manuel feliz, etcétera. Además, otro de sus entretenimientos cuando disponía de tiempo era la práctica del fútbol, pero no como federado, sino para jugar pachangas.

Ayer, en una jornada gris y el cielo encapotado con amenaza de lluvias, la iglesia parroquial de Santa María, en Cangas de Onís se quedó pequeña para acoger a la cantidad de amigos, tanto cangueses como llegados desde otros rincones de la comunidad autónoma, que quisieron dar su último adiós a ese ejemplar matrimonio al que el destino acabó "uniéndoles hasta la muerte". Después, finalizado el oficio religioso, los restos mortales fueron trasladados a Oviedo para incinerarlos en el Tanatorio El Salvador. Su familia se sintió arropada por infinidad de muestras de condolencia recibidas y con el recuerdo multitudinario de los vecinos.

Muchos de los asistentes no pudieron dejar de destacar la coincidencia de la muerte de ambos, que no ha dejado de llamar la atención en toda la ciudad de Cangas de Onís.

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