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Vecinos encantados y bares con menos clientes, un año después de la autovía

Los lugareños celebran la tranquilidad ganada en la carretera nacional, sin apenas tráfico

Ángel Aja paseando junto a la carretera nacional 634 a su paso por El Peral, ayer, vacía de coches. EMILIO G. CEA

La absoluta tranquilidad que ayer se respiraba en las inmediaciones de La Franca, El Peral y la zona de las curvas de Villasola, en el concejo de Ribadedeva, contrasta con la frenética actividad de obreros y maquinaria pesada que hace ahora justo un año se contemplaba. El miércoles se cumplirá un año desde que Mariano Rajoy inaugurase, en medio de una enorme expectación, el tramo de cuatro kilómetros y medio entre La Franca y Unquera (Cantabria), último del archifamoso y polémico trayecto de la A-8 Llanes-Unquera, con cuya apertura se concluyó la autovía del Cantábrico en Asturias.

Hosteleros y vecinos han vivido los últimos doce meses con emociones encontradas. Los negocios de la carretera nacional 634 han notado, como es lógico, el impacto de la nueva vía de comunicación, que les ha reducido clientela. Por su parte, los lugareños no dudan en resaltar que han ganado en tranquilidad.

Casa Juntom ubicado en plena travesía de El Peral es, desde hace sesenta años, uno de los establecimientos más destacados del Oriente. "Claro que se ha notado la autovía", asegura Francisco Junco Lamadrid. "La clientela de bar ha descendido en un setenta por ciento y la del comedor en un cuarenta aproximadamente", sostiene. Esta circunstancia hizo mella en la plantilla. De los dieciséis empleados de antaño han pasado a nueve.

"El futuro pasa por adaptarse a las nuevas circunstancias. La gente que va por la autovía para a comer, pero no a tomar un café", señala. La crisis ligada al sector de la construcción y el final de la Transcantábrica golpeó a un establecimiento que a diario daba de comer a un buen puñado de obreros. "Vino todo a la vez, aunque el tema de la autovía ya se veía venir por la experiencia en San Roque o Vidiago", añade.

En La Franca el impacto se nota desde que abrió el tramo Pendueles-La Franca hace 17 meses. "Nosotros hemos perdido la mitad de la clientela. Ya contábamos con ello y no queda otra que adaptarse", manifiesta Francisco Gutiérrez González, de Casa de Abajo. En este establecimiento han tenido que prescindir de dos trabajadores.

Amable Dobarganes, del restaurante La Parra, asegura: "Más o menos mantenemos la misma clientela. Los fines de semana hemos incluso aumentado. Lo que perdimos en cafés lo hemos ganado alquilando habitaciones y en cenas". Dobarganes pide que se mejore la señalización en la rotonda de La Franca. "Lo pedí hace un año. Aquí hay restaurantes, alojamientos, un hotel, un camping y un taller. Estos negocios deberían aparecer en los carteles de la autovía", insiste.

Ángel Aja pasea a buen ritmo por la travesía de El Peral. "La autovía afectó a la zona a nivel industrial, pues desapareció alguna explotación ganadera, y a los restaurantes. En la gasolinera, por ejemplo, hay menos movimiento", describe. Por el contrario, se ha ganado en calidad de vida. "Está todo más tranquilo. Ahora por la nacional voy caminando hasta Bustio. Antes ni me lo planteaba", sostiene. Pese a que las aglomeraciones de tráfico en El Peral han pasado a mejor vida Aja las recuerda a diario: "Tengo una foto de un atasco en la travesía como fondo de pantalla en el ordenador".

"El ruido de los camiones me despertaba antes todos los días a las seis de la mañana. La hostelería lo ha notado pero todos se mantienen. Los que vivimos junto a la nacional estamos encantados. Hemos ganado en tranquilidad y seguridad. Antes había accidentes cada dos por tres", sostiene Oli Vargas. Recuerda que algún día de verano, tardaba varios minutos en poder cruzar la carretera. "He vuelto a ir caminando hasta La Franca. Antes no me atrevía", confiesa.

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