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Personajes de Cangas de Onís

Pedro el del Casín cuelga el "maletu"

El veterano hostelero se jubila como cartero de su pueblo, Corao, después de 33 años repartiendo la correspondencia

Pedro Martínez González, en la oficina de Correos de Cangas. J. M. CARBAJAL

Ahora que se conmemoran tres décadas de la apuesta por el turismo rural en el Principado de Asturias, de justicia es reconocer la labor desarrollada allá por los años setenta del siglo pasado por algunos emprendedores del sector en la vertiente canguesa del parque nacional de la Montaña de Covadonga -que en 1995 se convirtió por ampliación de sus límites en el de los Picos de Europa-, tales como la familia Martínez González, oriunda de Corao (Cangas de Onís), propietaria del bar El Casín, uno de los habituales puntos de encuentro de muchos de los turistas que suelen girar visita al espacio natural protegido.

Ángel Pedro Martínez González, más conocido como "Pedro el del Casín", fue sin lugar a dudas todo un pionero, junto con su hermano mayor, Fran, en los majestuosos e idílicos parajes del parque nacional, ya que regentó el pequeño y coqueto bar, localizado en la pradería de Sohornín, a tiro de piedra del espectacular lago Enol, el mayor de los existentes en los Picos de Europa. Tras casarse, a los 24 años, con Berta Labra, de Llerices (natural de Cangas de Onís), vivieron entre 1975 y 1983 el "boom" turístico en la comarca, cuyo máximo referente llegó a ser el final de etapa en los Lagos de la Vuelta Ciclista a España en los Lagos de Covadonga.

Pedro Martínez, nació en el núcleo rural de Corao, el 1 de enero de 1951, siendo el segundo de cinco hermanos -cuatro varones, de los que falleció José; y una hembra, Amalita-. Allí, en aquella localidad canguesa, tenían sus padres, Francisco Martínez Sánchez, conocido como "Paco", y Nieves González Fernández, La Casa Nueva, uno de los bares más populares de la comarca oriental, en el que también se servían comidas. Además, disponía de llagar para la elaboración de sidra al negocio, sala de baile y una bolera que registró mucha animación en aquellos tiempos.

De niño, Pedro el del Casín estudió en la Escuela de Corao, junto a otra veintena de chavales. Tuvo de profesor, pero en clases particulares, al periodista Diego Carcedo. Después, culminada la Primaria, pasó al Instituto Laboral Rey Pelayo, en la ciudad canguesa, pero colgó los libros en el cuarto curso. A partir de ahí, con 15 años, se volcó en las tareas del negocio, ayudando a sus progenitores en el establecimiento familiar.

Ya de mozalbete, a los 19 años, fue marchó voluntario a cumplir el servicio militar: primero, llevó a cabo el correspondiente periodo de Instrucción en El Ferral; en León; a continuación, fue destinado cuatro meses a Intendencia, en la ciudad de Valladolid; y, para rematar, acabó licenciándose en el acuartelamiento de El Rubín, en Oviedo.

Tras acabar el servicio militar, "la mili", Pedro quiso probar en otra actividad distinta a las que había desempeñado en Corao. Encontró trabajo como mecánico de camiones -"aprendí sobre la marcha", apunta- en un taller de Pruvia, donde estuvo un par de años.

Sin embargo, los lagos de Covadonga le tiraban muy mucho, por lo que, nada más contraer matrimonio con Berta Labra, se dedicó de lleno al bar El Casín. Poco a poco el negocio, merced al despunte del turismo, iría saliendo adelante en base a muchas horas de trabajo, casi sin descansos. Su cocina se ganó una más que merecida fama.

Años más tarde, en 1983, Pedro y su esposa Berta dejan el establecimiento de los Lagos de Covadonga e inauguran la sidrería-restaurante El Casín, situada en la calle Peñalver, en la ciudad canguesa, muy cerca del emblemático puente "romano", ubicada en el otrora local de "Ezequiel, el de la Viuda".

Después algo más de cuatro intensos lustros de trabajo en el local, cerraría sus puertas al público en el año 2005, dado que la propiedad de la vetusta casa donde estaba enclavado el establecimiento hostelero se decantó por derribar el viejo inmueble para construir una nueva edificación. Eso sí, El Casín pasó a la historia de la localidad, con sus sonadas tertulias.

Cuando fallece su padre, Pedro el del Casín asumió, una vez que superó la pertinente convocatoria de la plaza, la oficina de Correos rural de Corao. Desde entonces, y hasta el pasado 30 de diciembre de 2015 -su última jornada laboral- en vísperas de la Nochevieja, alternó el mundillo de cartero rural con sus quehaceres en la hostelería.

Atrás quedan 33 años consecutivos desempeñando esa cotidiana tarea, con el "maletu" a cuestas, clasificando la correspondencia en la oficina de Correos, en Cangas de Onís, y el posterior reparto de las cartas por la localidad de Corao y sus alrededores. Nada que ver con los tiempos de antigua usanza, según rememora.

El "carteru" de Corao también hizo sus pinitos en el mundillo de la política (durante el mandato 2006-2010), como concejal del Partido Popular (PP) en el Ayuntamiento de Cangas de Onís, época en la que gobernó con mayoría absoluta el socialista Alfredo García Álvarez.

Además, en otro apartado, sería uno de los partícipes, en los años ochenta del siglo pasado, del germen de la asociación Iniciativas Canguesas de Turismo (Incatur), la cual desembocó, con el paso del tiempo, en la actual asociación de empresarios de la comarca de los Picos de Europa. Eso sí, su gran afición -vocacional- es la mecánica y los coches clásicos. De hecho, hace poco restauró pieza a pieza un Land Rover de más de 40 años de antigüedad.

Entregado a su familia, Pedro el del Casín, con 65 años recién cumplidos, pasa por ser un buen marido, gran padre y excelente abuelo. En ocasiones es el consejero que marca las pautas. Tiene dos hijas, Hilda y Bertina Martínez Labra -ésta una reconocida diseñadora y estilista-, quienes le han dado cuatro nietos: Enol (2005) y Maeve (2010); Pedro (2012) y Fabián (el benjamín de la saga, nacido en el mes de mayo de 2014). Sus ratos de ocio los dedica a todos ellos, y por supuesto a su mujer, sin olvidar las entrañables jornadas de sosiego que pasa en su "paraíso natural" de los lagos de Covadonga, sobremanera en la cabaña que posee en Sohornín.

Por cierto, el apodo de "El Casín" le viene a Pedro de su abuelo paterno, Francisco Martínez, que era natural de Tarna, en el concejo de Caso, quien se dedicaba a vender madreñas por diversas localidades de Asturias. Aquel hombre finalmente acabó echando raíces en Corao, lugar con enorme tradición ganadera por sus multitudinarias ferias, toda vez que en el susodicho pueblo cangués conoció a Amalia Sánchez, con la que se casó y formó una de las familias más queridas y respetadas del área de influencia de la comarca de los Picos de Europa.

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