Para Juan Manuel Redondo Maguregui hace tiempo que todas las piezas de ajedrez son negras. También el tablero. Y todo lo que le rodea. Este vasco afincado en Llanes tiene una pasión, el deporte de las sesenta y cuatro casillas, y una dificultad para practicarlo: es ciego. La afición por este juego de estrategia le trajo a Llanes hace ahora tres años. Una década atrás perdió la vista como consecuencia de un glaucoma. Su vida, tal y como la conocía hasta ese momento, dio un giro de ciento ochenta grados. El ajedrez, desde ese momento, pasó a ser su válvula de escape.

"Tras quedarme ciego vine a Llanes por dos razones. Una de ellas es porque siempre me gustaron el mar, la playa y el sol, y otra porque aquí había un club de ajedrez. El orden de prioridades fue, por este orden: ajedrez, mar y playa", relata Redondo. De la mano de Miguel Ángel Armas, alma mater del ajedrez llanisco, desde hace décadas al frente del Club Torre Llanes, se introdujo en la dinámica del club pasando a ser uno de sus jugadores más destacados.

"Al ajedrez empecé a jugar con 17 años y lo dejé a los 30", recuerda. Licenciado en Informática por la Universidad de Deusto, su trabajo le llevó por toda España, así como a Estados Unidos. De la noche a la mañana, la vida de Redondo cambio para siempre. "Tenía sesenta de tensión en cada ojo y un glaucoma me dejó sin vista", recuerda. Tras dejar de conducir y de ejercer su profesión, el ajedrez le ayudó a salir adelante. "Al principio, con el glaucoma, veía un poco y me podía acercar al tablero para ver las piezas. Ahora no veo absolutamente nada. Pese a ello, me he hecho al tablero", explica.

Un tablero adaptado para personas invidentes, especialmente diseñado por la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE), en el que las casillas están en relieve y las fichas tienen salientes para distinguir las blancas de las negras es, desde hace una década, su fiel compañero. "Al principio me frustraba mucho, pues no me manejaba nada bien. El tiempo, y mucha paciencia, lo arreglaron todo. El secreto es hacer una composición de lugar, practicar y acostumbrase. Ahora me defiendo muy bien", apunta. Redondo ha encajado como un guante en la dinámica del club Torre Llanes. "Me tratan muy bien. Lo primero que hice nada más llegar a Llanes fue ponerme en contacto con los miembros del club. Vine en junio de 2013 y en el bar Pinín contacté con Miguel Ángel Armas", recuerda.

En los salones del Casino, donde cada viernes a las 20.00 horas se reúnen los miembros del club Torre Llanes en jornadas de puertas abiertas, Maguregui mueve las fichas con una rapidez asombrosa. "Además de en el Casino, muchos días por la tarde jugamos en el Rocamar. En casa también practico mucho. Tengo un ordenador adaptado que te habla y te va diciendo en qué posición del tablero están las piezas", comenta.

Dos años y medio en el Club Torre han dado para mucho. El año pasado, junto a Miguel Ángel Armas, jugó en la segunda categoría asturiana en individuales. Este año compite en tercera individual y en segunda por equipos. "Para mí el ajedrez es mucho más que un entretenimiento. Es un pasatiempo muy bonito en el que no me pongo ningún límite", señala Redondo Maguregui.

Gracias a jugadores como Redondo Maguregui y a la labor diaria de Miguel Ángel Armas y de Francisco Gutiérrez, el ajedrez llanisco recupera su prestigio. El club trabaja con ahínco para intentar organizar este próximo verano un torneo internacional. Para ello han empezado ya a hablar con el Ayuntamiento y con varios patrocinadores. No sería la primera vez que figuras de talla mundial visitasen la villa para jugar al ajedrez, pues el campeonísimo soviético Anatoly Karpov visito la capital del concejo en 1988 y en 1991 para tomar parte en una exhibición de partidas simultáneas.