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Coya, enamorada de su mármol

"Es un material finísimo, fuera de serie, pero nadie lo explota", apunta el piloñés Julio Benito López Alonso, artista polifacético que ahora redescubre la pintura

Julio Benito López muestra un óleo que pintó de su hijo Toni de pequeño. C. CORTE

Piloña tiene cantera, literalmente. Lo dice el artesano local Julio Benito López Alonso, que presume de la calidad del mármol blanco del concejo, que se encuentra en lugares como Lozana o el Pipotón de Cardes. "Es buenísimo con su grano blanco, fuera de serie, pero nadie lo explota", lamenta. Este constructor y cantero jubilado va más allá y asegura que el tesoro blanco piloñés no tiene nada que envidiar al mármol de Carrara italiano, utilizado con frecuencia por artistas renacentistas de la talla de Miguel Ángel, que seleccionaba personalmente los bloques para hacer obras como "La Piedad del Vaticano".

Por ello, López, vecino de Coya, echa en falta en el concejo una escuela taller en la que los jóvenes puedan aprender oficios de marmolería. "Trabajar la piedra al principio cuesta, pero luego reporta muchas satisfacciones", cuenta este autodidacta que aprovecha su tiempo libre para esculpir una Virgen de la Cueva de unos 75 centímetros de alto sobre este preciado material. "En realidad nací en Ques, y pasé la niñez cuidando al rebaño encima del santuario, así que este es mi pequeño homenaje", confiesa el escultor, que atesora más de 200 obras de talla en piedra y madera.

La reciente jubilación le acaba de permitir recuperar una pasión perdida: la de la pintura. De bien pequeño, en la escuela de Ques, ya sorprendió por la destreza de sus dibujos a su profesora Odonina Álvarez, que recomendó a la familia apuntarlo en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo. Con 14 años trabajaba como camarero y botones en negocios como el Hotel Principado y de tres a siete le dejaban salir para ir al centro artístico a estudiar pintura al óleo, dibujo e historia del arte. "Si estabas tres años podías ser profesor, pero mis padres se mudaron a Alemania cuando llevaba dos años y pico y me fui con ellos", explica López, que compartía aula con mineros, monjes y universitarios.

Sus cuadros inspirados por la Escuela Holandesa del siglo XVII colgaron de centros y casas de cultura como la de Remscheid, pero tuvo que decir adiós a la pintura por el tiempo que le robaba el trabajo en una fábrica de fundición. En Alemania conoció a su mujer, la extremeña Teresa Pola, y cuando su primogénito Toni llego a este mundo decidió que era el momento de volver a su pueblo natal. Con el regreso llegó la constatación de un hecho: en Asturias se estaba cometiendo "terrorismo arquitectónico".

"Era el boom del ladrillo, rebocaban piedrones, tiraban corredores y ponían plaquetas. Se cargaron el patrimonio para construir bodrios horribles", apunta. Entonces decidió poner su granito de arena para evitar esta "atrocidad" y se dedicó de pleno a la construcción y la cantería. "De carpintería sabía algo porque mi padre fue carretero en el taller de mi tío Ángel el de Peleón, y lo tenía algo mamado, pero con la piedra empecé de cero y fue muy guapo", cuenta el artesano, que siente predilección por la madera de roble y castaño. "Lo de la pintura no lo retomé porque era la época de vanguardias y yo me identificaba con un estilo más clásico", argumenta el piloñés.

En busca de una finca en venta en la que construir la casa de sus sueños llegó hasta Coya, donde lleva más de dos décadas asentado. Allí levantó una casa a capricho, con una torre con cúpula y un balcón con cuidados calados casi de cuento. "Las casas antes tenían la impronta del artesano, ahora son repetitivas y horribles. En Infiesto el 80% del patrimonio ya lo tiraron", se queja López, que entre sus restauraciones cuenta con varios escudos como el de los Argüelles en Biedes, la casona de Noreña o la fachada románica de la iglesia de Ujo, en Mieres, declarada como monumento histórico artístico en 1923. La hornacina y el altar de la iglesia de Bargaéu, en Piloña, el altar de Coya o el nuevo crucero de Noreña son otras de sus creaciones. "Estoy enamorado de cada obra. Nunca hice ninguna a mala gana. Los aparejadores ya sabían que yo imprimía mi sello en la composición y me dejaban hacer", relata este artista, que en arquitectura apuesta por el gótico y el renacimiento como estilo. El artesano piloñés ya prepara su próximo reto: ilustrar los cuentos infantiles de su mujer, Teresa Pola.

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