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Diálogos orientales | MANUEL PASCUAL | Integrante del colectivo de arquitectos "Zuloark", participa en las Jornadas de urbanismo de Llanes

"Para ordenar un territorio lo primero es aprender de lo que ocurre en él"

"Hasta ahora en las decisiones o en un Plan General no se tenía en cuenta a quienes iban a usar una plaza, pero se está produciendo un cambio"

Manuel Pascual. ZULOARK / REPRODUCCIÓN DE P. M.

Manuel Pascual (Madrid, 1980) forma parte del colectivo de arquitectos "Zuloark" desde su fundación, en el año 2001. Participa en las Jornadas de urbanismo de Llanes, este fin de semana, y aclara que en todo momento habla en nombre del grupo.

-¿Qué les diferencia de un arquitecto convencional?

-Trabajamos bajo tres parámetros que cambian la estructura de la profesión. Jerarquías fluidas y dinámicas, en las que alguien puede estar en la dirección de un proyecto o dibujando en función del proyecto; una oficina distribuida que se adapta a los cambios de vida e intereses de sus integrantes y un contexto profesional líquido, en el que la profesión se diluye en un ente cada vez mayor de gente que tiene que participar. La reforma de una plaza o un Plan Heneral no es asunto de un arquitecto y ni siquiera de un estudio, sino que ese entorno construye una nueva entidad para cada proyecto. En el Campo de la Cebada de Madrid, por ejemplo, participan agentes culturales, vecinos, personas que trabajan en la economía social y arquitectos, por supuesto. Pero es muy raro que trabajemos en un proyecto que esté firmado solamente por "Zuloark", por no decir imposible.

-¿Se empieza a tener en cuenta en el urbanismo a quienes van a habitar los espacios?

-Se está produciendo un cambio entre quienes toman las decisiones y quienes las sufren. Hasta ahora no se tenía en cuenta a los que iban a usar esa plaza, ni qué decir un Plan General, con unos modelos de participación completamente obsoletos. Nuestra intención es implicar a los agentes que van a sufrir las decisiones que se tomen dentro del proceso e implicarles como autores y responsables del proyecto. Queremos cambiar el modelo, no hacer consultas en un día sino diseñar infraestructuras abiertas que permitan que durante el tiempo que dure esa plaza, cien años, se pueda reinventar, pueda evolucionar en cualquier momento.

-Este tipo de funcionamiento necesitará de la colaboración política del gobierno de turno, ¿en qué medida han notado el cambio en Madrid al pasar del PP a Ahora Madrid?

-Pensamos que todo esto no responde a una ideología política. Son parámetros de calidad del espacio publico, una plaza dotada con grifos para que los vecinos decidan si quieren poner un huerto urbano o con enchufes para que puedan organizar un cine de verano es buena tanto para votante de un partido de derechas como de izquierdas. Hay que reclamar un político más comprometido con el espacio público y su realidad, pero el ciudadano también tiene que ser corresponsable, tiene que reclamar otra forma de hacer las cosas. Desde luego que cuando un gobierno hace más hincapié en estas herramientas participativas es más fácil y sencillo, pero no depende del color político, sino con el color del tiempo. Creo que, de haber seguido en el Gobierno de Madrid, el PP habría tenido que dar un paso en este sentido.

-Considera obsoletos los modelos de participación actuales, ¿con qué mecanismos trabajan?

-Hay que cambiar el rol del arquitecto, que pasa de ser una especie de cirujano, que llega y realiza una operación fantástica, que sea algo más parecido a un médico de cabecera que acompaña durante todo el tiempo. Acompañamiento durante todo el tiempo. Las fórmulas actuales son agotadoras y sólo participa la sociedad súper organizada que tenga acompañamiento jurídico. Hay que reinventar el mecanismo actual, hacerlo más dinámico, flexible, permeable, desburocratizarlo. Que la gente sepa que puede organizar algo en su plaza o su calle o plantearle proyectos al ayuntamiento. Los planes generales parecen participados, pero a fin de cuentas no son proyectos permeables. Cumplen esa legalidad, pero pensamos que hay que acercar el trabajo de la arquitectura y el diseño a la ciudadanía.

-¿Qué debería primar a la hora de ordenar un territorio?

-Aprender del territorio, pero no sólo de cosas tradicionales, de las cifras, de cuántas zonas verdes tiene que haber por habitante, etcétera, sino también de lo cualitativo. Hay una inteligencia colectiva que hace único ese territorio. Cada lugar del mundo tiene encerrado en su ámbito más local millones de ideas que pueden transformarlo, acompañándolas. Pero no hablo de las ideas felices que traen modelos de otros lugares del mundo creyendo que van a funcionar en este. El modelo Guggenheim, por ejemplo, depende de una cuestión casi azarosa, de trasladar un modelo a otro sin evolucionarlo. Es fundamental que cualquier plan territorial tenga la pedagogía no de enseñar a la gente, sino de aprender. Ningún ayuntamiento ni estudio sabe cómo tiene que hacer las cosas, pero pueden convertirse en espacios donde aprender juntos técnicos, políticos, ciudadanos, etcétera.

-¿Qué le parecen los modelos de crecimiento basados en la segunda residencia en un concejo como el de Llanes, que ya tiene más de 1.000 viviendas vacías?

-Si lo que queremos es desarrollar planes aprendiendo de lo que ocurre en los territorios, este plan, que conocemos brevemente, precisamente adolece de este criterio. Está basado en un modelo económico no apoyado en las gentes que viven en el propio territorio, no parece un modelo sensible que nosotros compartamos. Todos los municipios de España quisieron utilizar el ladrillo para crecer, cuando existen otros mil caminos territoriales que puede hacer que mejoren. Un pueblo no va a ser más rico por tener más casas de más alturas. Habrá algunos que sí, pero habrá que pensar cuáles y cómo. Lo que hay que intentar con un plan urbanístico es mejorar la calidad de vida de las personas que lo vayan a disfrutar. No puede estar sólo basado en un crecimiento económico. Nosotros obviamente no tenemos la solución para todo, pero es la actitud de cómo te enfrentas a cada uno de los problemas.

-¿Tienen alguna idea sobre cómo abordar el plan llanisco, tres veces tumbado por la Justicia?

-Si tuviéramos que trabajar en él, primero trataríamos de aprender del propio territorio para pensar cuáles son los modelos más convenientes. Por otra parte, siempre buscamos la reversibilidad de cada decisión que tomemos. Evolucionar un territorio no puede implicar hipotecarlo construyendo viviendas que no permitan que si no funciona se pueda reinventar fácilmente. Apostamos por modelos evolutivos que permitan ir haciendo prototipos, ver si funcionan o no e ir apostando por una situación u otra. Teniendo en cuenta que es muy fácil que nos equivoquemos, pero procurando que tenga un impacto muy bajo. Es el urbanismo del testeo y la probeta.

-Parece más racional.

-Es más lógico, no estamos inventando la rueda. Se vivió un momento absolutamente loco, donde lo normal era una cosa extraña y todos los pueblos de España querían ser la capital del mundo.

-En Asturias también se intentó atraer ese "efecto Guggenheim" con el centro Niemeyer de Avilés.

-En el mejor de esos casos, lo único que puedes asegurar es tener un edificio bonito. Esa estética arquitectónica apoyó un proceso mucho más complejo que hay que analizar y en el que intervinieron un montón de factores. Si sólo te llevas la obra estrella, seguramente todo lo demás fracase. Como en todo, la solución de las ideas felices, intentar copiar modelos que han funcionado sin analizarlos, no suele funcionar nunca. Nosotros no estamos para nada en contra de los arquitectos estrella ni del diseño, pero habría que utilizarlo en la justa medida. Tiene que haber muchos tipos de arquitectos, no se opone un modelo a otro, sino que se complementan y hay que utilizar cuando convenga cada tipo.

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