Arquitectura reversible, no agresiva, integrada en el entorno, camaleónica y fácilmente montable y desmontable. Son características que comparten los dos proyectos arquitectónicos desarrollados en el oriente de Asturias que han conseguido sendos accésit en el XXIII Premio "Asturias" de arquitectura, fallado hace unos días: el edificio de recepción y vestuarios del parque de aventura Selva Asturiana, en el bosque de Bolao, en La Pereda (Llanes) y el módulo de comidas y terraza del restaurante Güeyu Mar, en la playa de Vega (Ribadesella).

El edificio de Selva Asturiana, que logró el primer accésit, ha sido desarrollado por cuatro arquitectos: Carlos Bermúdez Alonso, el llanisco José María Guitián Díaz, Andrés Hernández Alonso y Diana Hernando Navarro. El inmueble forma parte de una intervención más amplia, que recupera una parcela boscosa de siete hectáreas que se encontraba en estado de abandono y degradación, para convertirla en un parque de aventuras y un espacio divulgativo de la naturaleza asturiana.

El promotor expuso a los arquitectos sus necesidades actuales, pero no descartó que en el futuro el negocio requiriera crecimientos, decrecimientos o incluso la desaparición, y con ella la del propio edificio. Así, arquitectos se decidieron por una construcción "fácilmente montable y desmontable", capaz, en caso de necesidad, de que pudiera desaparecer sin dejar rastro y "que el bosque volviera a ser solo bosque". Se decantaron por "un edificio modular y desmontable; reversible", cuyos materiales principales son la madera, el acero y la propia naturaleza.

El edificio consta de un único módulo independiente y su repetición, de tal forma que puede ejecutarse en fases distintas, respondiendo a las necesidades circunstanciales del parque. "Como si de un proceso de reproducción celular se tratase, el pabellón puede ampliarse mediante sistemas de colonización progresiva, o dividirse en dos nuevos entes procedentes del original", señalan los autores en la memoria el proyecto. "De forma idéntica pueden amputársele módulos sin que afecte a la estructura del conjunto, o incluso eliminarlo completamente", añaden. Todas las fachadas del edificio disponen de grandes bastidores metálicos a modo de lienzos transparentes, que el propietario llenó con materiales reciclados del bosque: maderas, musgos y hiedras. La cubierta es también vegetal, y transitable.

Lidiar con la estricta legislación costera y conseguir un edificio "fácilmente montable y desmontable", que, además, "se adaptara al entorno" fueron las premisas con las que tuvieron que trabajar Alejandro Alcázar Palacio y su hija Alejandra Alcázar Coto, arquitectos autores del proyecto del Güeyu Mar.

"Decidimos acogernos a los módulos temporales, prefabricados, permitidos tanto por la ley de Costas como por la normativa asturiana", señaló el arquitecto. Otro de los condicionantes a resolver por los autores del proyecto tuvo que ver con la burocracia: las autorizaciones para la zona de servidumbre de Costas suelen llegar tarde (en 2015, en mayo), así que "había que montar la instalación en un mes", señaló Alejandro Alcázar, quien destacó que toda la obra fue ejecutada por profesionales de Ribadesella y los concejos vecinos.

Otro reto fue el deseo del propietario, Abel Álvarez, de que el nuevo edificio, por un lado encajase en el entorno y por otro fuera "muy reconocible". Por ello se utilizaron materiales ecológicos. El edificio es, en palabras de Alejandro Alcázar, "un paralelepípedo muy simple, con módulos de tres metros de longitud", en cuyo interior se ubica el comedor y cuyas "viseras" o "alas" funcionan a la vez como cubiertas de la terraza exterior y como cierres.